Historia y ficción

 

Muchas veces se ha dicho y, por supuesto, se ha escrito, e incluso se ha podido comprobar desgraciadamente, que la realidad supera a veces con creces a la ficción, pues, en efecto, hay determinados hechos tan graves y de magnitudes tan inconmensurables, que parecen fruto de un inmenso sueño.

En la nueva y monumental obra biográfica publicada por el profesor inglés Geoffrey Parker (1943) sobre la figura del emperador Carlos V, que acaba de editarse en España, aparecen muchos hechos históricos sobrecogedores, casi dignos de un sofisticado y complicado guion para editar y construir una nueva serie para los multimedia acerca de este noble.

Efectivamente, con toda naturalidad y como fruto de la inmensa historiografía e investigación realizada por este autor en esos últimos años, realiza una extenso y profundo ensayo acerca de la larga y lánguida vida de la reina Juan de Castilla, primero desde la muerte de su marido el rey Felipe en 1506 y luego desde que fue recluida en el palacio de Tordesillas (Valladolid), que todavía se conserva y se alza a orillas del Duero a su paso por esa ciudad castellana, por orden de su padre el rey Fernando y de su hijo Carlos desde el año 1508 hasta la fecha de su propia muerte que finalmente acaeció en el año1555.

Es muy interesante estudiar, como hacer Parker, la vida de la reina en aquel castillo durante tantos años, a cargo de don Bernardo de Sandoval, el Duque de Denia, siempre rodeada por los mismos servidores y servidoras, a quienes sucedían sus hijos o parientes cercanos que mantenían el secreto y siempre transitando y habitando en habitaciones y estancias que daban hacia el interior del palacio, y, por supuesto, habitualmente rodeados de medidas de seguridad y de protección (114).

Incluso, como nos narra detenidamente el profesor Parker, aquellos sirvientes y nobles llegaron a crear un mundo completo de ficción alrededor de la reina, de modo que ella  creyó hasta el final de su vida que vivían tanto su padre el rey Fernando, como su abuelo Maximiliano en Alemania, por lo que ella debía descargar el gobierno en su hijo Carlos (como sucedió hasta el final a pesar de las intervenciones de los comuneros) bien dotado y aconsejado para ello. Es decir, no debía gobernar ella, ni inquietarse por el futuro, ni por tanto por la toma de decisiones. Eso sí, ellos siempre estarían tremendamente ocupados para poder excusarles repetidamente el hecho inexcusable de que no vinieran a verla (115).

Su propio hijo, Carlos V, estaba en el engaño y lo favoreció y lo continuó en los momentos en los que, esporádicamente, visitó a su madre a lo largo de la vida como emperador, lo que le daba todavía un aire más verídico a la locura de la reina. Así pues, la supuesta locura de la reina y si habría recuperado parte de la salud mental a lo largo de la vida, siempre será una incógnita, pues se la mantuvo en un mundo irreal e inservible, para evitar que pudiera estorbar la obra de su hijo para consolidar la unidad de España y del Imperio.

José Carlos Martín de la Hoz

Geoffrey Parker, Carlos V. Una nueva vida del emperador, ediciones Planeta, Barcelona 2019, 990 pp.