La obra quizá más popular del escritor austríaco Hugo von Hofmannsthal (Viena, 1874-1929) es Jedermann (Cada uno), un drama teatral en un solo acto que se estrenó en 1911. Nueve años después, el afamado director escénico Max Reinhart, con la colaboración del propio autor, organizó una representación de la obra –al aire libre–, para el Festival de Salzburgo, que produjo tal impresión en el público que, desde entonces, la puesta en escena de Jedermann se repite cada verano durante aquel evento cultural. Un hecho que me parece encomiable; ojalá fuéramos capaces de imitarlo en suelo hispano, porque obras candidatas no nos faltarían, además del Tenorio.

Hay una buena edición en español de tres piezas teatrales de Hofmannsthal, a cargo de Roberto Bravo de la Varga (Gredos, 2003), cuya lectura recomiendo. Mientras leía Cada uno, he tratado de imaginar cómo sería la memorable representación de 1920. El tema es bien sencillo: a un hombre rico, que está preparando un banquete para sus amigos, se le comunica que va a morir y tendrá que dar cuenta a Dios de su vida. Todos lo abandonan, salvo su madre, y se inicia una dramática espera, de reflexión, angustia…, con unos personajes simbólicos muy logrados (una anciana enferma, que representa las Obras del protagonista; el Becerro de Oro, que personifica las vanas riquezas efímeras, la Fe…).

El impacto es grande pues nos enfrenta a una cuestión fundamental, aunque hoy, quizá más que en otras épocas, se intente eludirla. Un tema, el de la muerte, de por sí siempre catártico que, con el arte de Hofmannsthal, alcanza cotas cenitales. El drama se emparenta con las tradiciones medievales y barrocas. Las otras dos obras del escritor austríaco que se incluyen en el citado volumen de Gredos son también muy valiosas: Der Schwierige (El difícil), una comedia de 1922 sobre la crisis de la alta sociedad del imperio austro-húngaro, y Der Turn (La Torre), tragedia en cinco actos, de 1925, que es una versión de la Vida es sueño calderoniana con un final distinto. Hofmannsthal fue también poeta y gran prosista que, además, colaboró como libretista en importantes óperas de Richard Strauss. Siempre los clásicos, que nunca nos dejan indiferentes, porque nos enriquecen.

 

Luis Ramoneda