Holland y la Inquisición

 

En las últimas semanas hemos visto posicionarse en las librerías de nuestro país el último trabajo del autor inglés Tom Holland (1968), novelista bien conocido en nuestro entorno por novelas históricas de éxito, como por ejemplo, “Rubicón”, “Dinastía” y “Fuego persa”, que se han ido posicionando entre los bestseller del verano, lo cual en el caso de su última obra verdaderamente no era predecible, ni por la temática ni por el autor.

En efecto al novelista Holland, por formación intelectual, modo de escribir y las ideas que bullen en su cabeza, se le da mejor el ensayo de tipo histórico y novelado, sobre épocas antiguas del imperio romano que conoce bien. Indudablemente lanzarse a realizar una síntesis de veinte siglos de la historia de la Iglesia Católica no es precisamente la elección más adecuada.

Holland no tiene fe lo que muestra claramente en su obra, aunque mira con cierto respeto a la Iglesia católica, pero es obvio que no deja de observarla con recelo y cierta animadversión sociológica, de modo que el libro, como no podía ser de otro modo, es un ensayo más que un tratado sistemático.

La obra tiene una metodología muy simple, se trata de una acumulación de errores de los cristianos a lo largo de la historia, de las incoherencias con la fe que profesan, pero por épocas y tramos, de modo que al final se le ha olvidado explicar lo más importante de sus teorías: no da ninguna respuesta a la pregunta de si esos hechos son ciertos, por qué ha sobrevivido hasta nuestros días.

Evidentemente, nuestro autor no termina de hacerse cargo de lo que es un hombre de fe católica, ni por tanto sabe valorar el tesoro de la revelación cristiana, la vida de oración, ni el Espíritu Santo interviniendo en el trascurso de la historia y por tanto el inculturizarse de la Iglesia a lo largo de los siglos.

Quizás un ejemplo valga más que mil palabreas o prolijas explicaciones. El autor va espigando a lo largo de la historia, de modo casi obsesivo, el nacimiento de la Inquisición y más ampliamente la persecución de la herejía desde los concilios de la antigüedad, la aparición de los cátaros, la Inquisición medieval, tanto la canónica como la teológica, la persecución de los judaizantes y la utilización de la Inquisición como arma para la formación moral del pueblo hasta su abolición en 1833.

Pues bien, a lo largo de tan extensa obra, en ningún momento explica el autor algo que es aceptado por los historiadores de la Iglesia profesionales de todo signo: el objetivo del proceso inquisitorial era la conversión del reo para que obtuviera la salvación. De hecho, cuando Juan Pablo II pidió perdón por todos los pecados de todos los cristianos de todos los tiempos; concretamente pidió perdón por la Inquisición, por el uso de la violencia para la conversión de los herejes. De paso, podemos explicarle algo que no ha entendido tampoco: la inquisición protestante buscaba comprobar la herejía y castigar al hereje por su pecado para reparar el nombre de Dios.

José Carlos Martín de la Hoz

Tom Holland, Dominio. Una nueva historia del cristianismo, ediciones Ático de los libros, Barcelona 2020, 619 pp.