El último número de la Nueva Revista profundiza acerca de la identidad individual pero, sobre todo, en el sentimiento de identidad colectiva. Trata la cuestión en sus aspectos psicológico, ético, educativo o político. Los hombres tenemos la tendencia a asumir identidades grupales basadas en la lengua, la historia, la cultura o el territorio; considera K.A. Appiah que "las identidades sociales pueden estar fundadas en un error, pero aun así nos otorgan unos contornos, un sentido de reciprocidad, valores, sentido y significado a nuestras acciones y, como tal, parecen necesarias" (pág.38).

Para Monserrat Gibernau el sentimiento de pertenencia motiva a los individuos a sacrificar sus intereses personales en bien del grupo, que es lo que se conoce como el bien común, y le lleva a amoldarse a las reglas, normas y valores de su comunidad (pág.40). Cuando se aplica a la nación este sentimiento se conoce como patriotismo o nacionalismo; para algunos autores el nacionalismo es la "cara fea" del patriotismo, ya que su fundamento emocional reside en la oposición a otro grupo humano al que se considera agresor o se menosprecia por ser distinto (pág.41). 

Tanto el patriotismo como el nacionalismo suponen una pulsión emocional, por eso el politólogo Jügen Habermas propone sustituirlos por el llamado patriotismo constitucional, una adhesión intelectual basada en la lealtad a las leyes y procesos democráticos que rigen la colectividad (pág.45). Hoy, los procesos migratorios han planteado el debate sobre la integración del sujeto inmigrante y sus múltiples lealtades. Amín Malouf (págs.9-12) defiende que no hay que pedir al sujeto que se defina por uno solo de sus elementos constitutivos: lugar de nacimiento, educación, nacionalidad, origen del padre o de la madre, ya que todos ellos, unidos, definen a la persona.

Para algunos autores se han marchitado las esperanzas que se habían depositado en el Estado multicultural, al comprobarse que no favorece la integración de los inmigrantes; por eso, actualmente se pide a estos que se alineen con un canon de valores  que se identifican con la cultura mayoritaria: "Un proceso bilateral de acomodación basado en la igualdad de derechos", pero que respeta los aspectos informales de la cultura del inmigrante (págs.52-54); por ejemplo el uso del hiyab o velo islámico, costumbre inocua que no lesiona otros derechos.

El cardenal Ratzinger, en su conferencia Qué es Europa (págs.88-99), habla del continente como "una comunidad cultural de valores", que incluye "una determinada concepción del ser humano, una opción moral sobre el valor y dignidad de la persona, su libertad, igualdad y solidaridad" (pág.89). Lamenta que la herencia cristiana se haya esfumado sustituida por el estado del bienestar, nueva religión que asegura la felicidad de todos mediante la atención a sus necesidades materiales. Se han liquidado -afirma el conferenciante- las certezas sobre Dios, el hombre y el universo, pero la verdadera catástrofe -concluye- es la destrucción de la conciencia moral (pág.93).

Miguel Ángel Garrido señala cómo, en la sociedad posmoderna la afirmación de la existencia de una verdad sobre el hombre viene a ser la única opción vetada; considera el autor que la libertad religiosa es incompatible con el laicismo tal y como se interpreta este concepto en la actualidad (pág.87). Jorge Freire (pág.54-63), recuerda cómo la filósofa María Zambrano prefería hablar de respeto antes que de tolerancia al considerar que éste es un valor netamente humano (pág.59). Por su parte, Julián Marías recuerda la Guerra Civil española y recomienda concordia, verdad y evitar los fanatismos (pág.74). Carlos Chiclana se extiende en explicar cómo educar a los hijos en la fortaleza emocional, pero señalarles dónde están los límites de la libertad (págs.102-111).

Jordi Sevilla comenta las Memorias del economista y Premio Nobel nacido en la India Amartya Sen (pág.126); éste supo incluir en la economía los aspectos sociales, políticos y culturales: "la filosofía moral en el análisis económico". En el ser humano confluye una pluralidad de objetivos y recomienda desconfiar de aquellos que se empeñan en reducirlo a uno solo, ya sea la nación, la clase social, la religión o el beneficio económico (pág.129).

Por último, Costanza Rizzacasa y Abel Quentin explican en qué consiste la cultura de la cancelación. Rizzacasa es autora del libro La cultura de la cancelación en los Estados Unidos. Cancelación es una nueva forma de censura cultural e ideológica, propiciada por las redes y ampliada por los medios, que consiste en "anular, borrar, quitar la tierra debajo de los pies a alguien que manifiesta algo ofensivo o cuestionable para un grupo determinado" (pág.161). Es una actitud cobarde y anti-democrática, muy peligrosa, ya que afirma Costanza que "no hay una sola guerra armada que no haya sido precedida de una guerra cultural" (pág.147). La periodista cuestiona "la indignación como estilo de vida", en sustitución del diálogo y debate de las ideas.

Dostoievsky había esctrito que "pronto las personas inteligentes tendrán prohibido hacer cualquier tipo de reflexión en voz alta para no ofender a los imbéciles". Petraca en Remedios para la vida (pág.168) rogaba que "evites ser uno de los que, con obras o con palabras, encienden el fuego de la contienda civil" (pag.170), y Julián Marías señala cómo, previamente a la Guerra Civil, fueron las palabras y en ocasiones los medios de comunicación los que exacerbaron innecesariamente las posiciones enfrentadas (pág.74), y cómo el hecho de que la única misión de un partido político sea oponerse a otro es una perversión del sistema democrático" (pág.74).

Para lectores interesados.