El profesor e investigador emérito de Arqueología prehistórica y lingüística de la Universidad de Belfast, J. P. Mallory lleva toda su vida intelectual estudiando la cuna de la lengua indoeuropea.
Es interesante que según había terminado su tiempo de docencia y se había jubilado, le llegó la petición de un “voto” para dos revistas especializadas acerca de la relación de genética y lingüística, lo que le llevo a continuar estudiando y publicar el trabajo que el lector tiene entre manos.
Mallory ha continuado, por tanto, buscando la localización de un puñado de gentes que hace milenios pudo crear esta enorme familia de pueblos y lenguas que habitamos actualmente en Eurasia.
El arranque del libro parte de la primera convergencia científica ya reunida desde el siglo XIX cuando los especialistas llegaron a la convicción de que el sanscrito, el latín y el griego tenían una raíz común en el indoeuropeo.
En primer lugar, expondrá con gran detalle las diversas interpretaciones que se han dado a los flujos migratorios desde el área caucásica, iraní y norte de la India, para poder llegar hasta Islandia y desarrollarse en multitud de culturas (137).
Los árboles filogenéticos que se habían ido aportando tras las investigaciones de unos y otros desde Linneo (229) y sus cuatro tipos: africano, asiático, americano y europeo, son de un enorme interés (64).
En realidad, esta ciencia multidisciplinar de la arqueología prehistórica y de la lingüística antigua, de la geografía humana, de la cultura de la cerámica, etc., se ha visto recientemente incrementada expansivamente con la llegada de la genética y su aplicación tanto a nivel celular y mitocondrial como a nivel del ADN. Los resultados han sido espectaculares.
Es muy interesante la distinción del autor entre “argumentos convincentes” y “argumentos sugerentes” (347), pues, aunque los datos genéricos aportados en las diversas tumbas que se han ido excavando en diversos lugares de Eurasia, son importantes, por el momento no sobrepasan el nivel de convincentes y de sugerentes y hemos de seguir investigando para tener más fiabilidad en las conclusiones.
Finalmente, poco antes de terminar dará su opinión fundada de haber encontrado la cuna de “los indoeuropeos” en la zona de la “meseta póntica” (371), es decir, donde toda la vida se había hablado, pero ahora con más argumentos convincentes y sugerentes y sobre todo con líneas de investigación futuras
José Carlos Martín de la Hoz
J. P. Mallory, Indoeuropeos. La revolución científica que está reescribiendo su historia, ediciones despertaferro, Madrid 2025, 436 pp.