De todos es conocida la afirmación de Ortega y Gasset durante la Segunda República cuando, ante los enfrentamientos en las calles de las fuerzas políticas extremas y el tratamiento en el Congreso de las diversas ideas políticas de unos y otros, empezó a comentar: “no es eso, no es eso”. Es decir, el hecho de que según triunfara el Frente Popular en las elecciones de febrero del 1936 empezaran a ser despedidos catedráticos e intelectuales que no comulgaban con la izquierda socialista o comunista.

Y, así sucesivamente, se iba desarrollando una sociedad rupturista que buscaba el enfrentamiento callejero con el estado de derecho para propiciar un clima revolucionario iba anunciando que existía muy poca cultura democrática y que se estaba propiciando la guerra civil.

El debate de estado de la nación de abril del 1936 en donde las diversas opciones políticas parlamentarias expusieron cómo entendían o despreciaban la democracia y la Segunda República, dejó entrever que apenas existía una opción de centro democrático formado y culto que hubiera podido sacar adelante la difícil situación de España, pero al ser tan escasa en número de escaños y con una falta de tejido industrial y económico era inviable.

Cesar Antonio Molina logra en este trabajo, magníficamente redactado, una joya de la literatura, pues para eso es un maestro en la materia. En segundo lugar, dará su opinión sobre el papel de los intelectuales a lo largo de la historia como insurgentes, es decir, como quienes pueden enfrentarse al poder para orientar el bien común o la toma de decisiones que favorezcan la dignidad de la persona humana y el verdadero desarrollo.

Lógicamente, como historiador, se le puede contradecir y por tanto señalar cuestiones en las que, por ser opinables, pueden no estar suficientemente claras o sencillamente se puede discrepar históricamente.

Siempre se ha dicho que si estuvieran en el poder los intelectuales no podría salir un país adelante, pues el intelectual es de por sí pesimista y porque tiende al bloqueo en la toma de decisiones. Por eso la política que es “el arte de los posible” si busca el bien común y escucha a los intelectuales podrá descubrir que lo mejor es enemigo de lo bueno.

El capítulo mejor de este interesante libro es, para mí, el dedicado a María Zambrano. Ha logrado captar el alma profundamente democrática y republicano de nuestra filósofa malagueña. Poeta y pensadora, orteguiana y católica (149). Es muy interesante la pasión con la que vivió la utopía igualitaria (150), la guerra civil y el exilio: “nosotros los sin partido” (160).

José Carlos Martín de la Hoz

Cesar Antonio Molina, Insurgentes. Intelectuales frente al poder, ediciones erasmus, Córdoba 2025, 247 pp.