Una lectura sosegada de Nicolás de Maquiavelo (1469-1527) y de su famoso tratado “El príncipe”, arroja como primera conclusión la necesidad de intentar comprenderlo un poco mejor, es decir, ir más allá de los habituales clichés y resúmenes que de él pueden leerse.
Recordemos que fue redactado de un tirón entre agosto y diciembre de 1513, en pleno apogeo de la cultura renacentista, con la filosofía platónica de Ficino y Pico della Mirandola, el espléndido desarrollo de las artes: la pintura, escultura y arquitectura en la Corte más espléndida de Europa, nos ayudará a conocer no solo el renacimiento sino también la ilustración italiana.
La entrada de Francia y España en el concierto de los diversos reinos y señoríos en los que se divide la península italiana, dibujaba un panorama de gobiernos que pretendían ser centralizados, modernos, con ejercito a las órdenes del rey, etc. Realmente, nos dirá Maquiavelo sabiamente, quien lo consiga gobernaría de modo estable, eficaz y duradero.
El rey Carlos VIII de Francia penetraría en Italia y provocaría la caída de los Medici en la república de Florencia, ocasión que aprovechará Maquiavelo en 1498 para lograr ser nombrado secretario de la Segunda Cancillería de la República y otros varios cargos en los que desplegará una intensa actividad y aprenderá la realidad del gobierno, es decir, tocará poder.
En 1512, regresarán los Medici al gobierno de la república de Florencia y Maquiavelo será depuesto inmediatamente de todos sus cargos. En los siguientes años redactará sus grandes obras: El príncipe, los discursos sobre la primera década, y el arte de la guerra. La experiencia acumulada había sido intensa: la separación entre poder y religión era una realidad.
En definitiva, Maquiavelo verterá en el “Principe” toda la experiencia que ha vivido del poder real, unido a sus teorías, impresiones, juicios, sueños de la reunificación de Italia, y sobre todo desarrollará una “nueva” ciencia política (31) acerca de lo que realmente sería el gobierno: “Qué es un príncipe, cuantas son sus clases, cómo se adquieren y por qué se pierden” (21).
Es muy interesante el arranque de su trabajo, acerca del origen del poder: “el estado hereditario o los nuevos. A su vez, los nuevos son o son completamente nuevos o son del modo de miembros añadidos al Estado hereditario del príncipe que los adquiere, como es el caso del reino de Nápoles con respecto al rey de España (47).
Respecto al juego político señalará: “quien propicia el poder de otro, labra su propia ruina, puesto que dicho poder lo construye o con la astucia o con la fuerza y tanto la una como la otra resultan sospechosas al que ha llegado a ser poderoso” (59).
José Carlos Martín de la Hoz
Nicolás Maquiavelo, El príncipe, Alianza editorial, Madrid 2024, 170 pp.