La autocrítica de un filósofo

 

Lo más interesante de la lectura del extenso tratado “El Leviatán” sobre el origen y las atribuciones del Estado, como única salvaguardia de futuro de la humanidad, redactado en 1651 por el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679), resulta el capítulo final que denomina su autor “Repaso y conclusiones” donde el propio Hobbes hace autocrítica de su obra y donde deja al descubierto los límites del nominalismo como método de razonar filosófico.

En primer lugar, sorprende la seguridad de sus afirmaciones en el interesante el juicio sobre su propia y extensa obra: “En cuanto a la doctrina tomada en su conjunto, sigo pensando que sus principios son verdaderos y apropiados y que el razonamiento es sólido. Pues baso el derecho civil de los soberanos y el deber y la libertad de los súbditos en las inclinaciones naturales de la humanidad que nos son conocidas, y en los artículos de la ley de naturaleza. Y estos artículos no pueden ser ignorados por ningún hombre que pretenda poseer razón suficiente para gobernar a su familia privada. En cuanto al poder eclesiástico de estos soberanos, lo baso en textos que son evidentes en sí mismos y que coincidan con la intención general de toda la Escritura. Estoy por tanto persuadido de que quien lea este discurso con el exclusivo propósito de informarse quedará informado él. Mas para aquellos que con sus escritos o con sus discursos públicos, o mediante acciones manifiestas, se han empeñado en mantener opiniones contrarias, no es fácil que este libro les resulte satisfactorio. Pues es algo natural en los hombres el que, en casos así, al mismo tiempo que van leyendo, se distraigan buscando objeciones a lo que acaban de leer” (822-823).

Enseguida, se detiene a explicar por qué no cita más que a la Escritura: “toda verdad procede de doctrina depende, o de la razón o de la Escritura, fuentes ambas que han acreditado a muchos escritores, pero que no han sido acreditadas por ninguno de ellos” (824).

Enseguida explica por qué no cita a ningún autor más que a la Escritura: “toda verdad procede de doctrina depende, o de la razón o de la Escritura, fuentes ambas que han acreditado a muchos escritores, pero que no han sido acreditadas por ninguno de ellos” (824). A lo que añade algo muy propio de un Ockhamista, el sentido jurídico: “en segundo lugar, los asuntos en cuestión no son asuntos de hecho, sino de derecho, y no hay en ellos lugar para testigos” (824).

El resto de las razones es que todo lo que ha leído le parecen simples habladurías de las que se transmiten de boca en boca; como cuando páginas atrás a denominado a los escritos de la Patrología cristiana de los primeros siglos, también llamada Tradición apostólica; “cuento de viejas” (cap. 46, 796).

Al igual que Calvino, Hobbes dedicará más espacio a atacar a la Iglesia católica y a su doctrina que a afirmar la insustancialidad de la suya (cap. 47, 808-812).

José Carlos Martín de la Hoz

Thomas Hobbes, Leviatán o la materia, forma y poder de un Estado eclesiástico y civil, ediciones Alianza editorial, Madrid 2019, 830 pp.