La ciudad prohibida de Pekín

 

Según narra Paul Hazard en su famosa obra sobre la crisis de la conciencia Europa uno de los factores determinantes de la nueva Europa de la ilustración fueron los libros de viajes donde diversos intelectuales y pensadores vertían su imaginario esquema acerca de cómo se organizaban los pueblos y ciudades de lejanas civilizaciones de modo que con sus escritos de viajeros realizaban una perfecta crítica de la sociedad de su tiempo.

El geógrafo e investigador Bernard Brizay nos ofrece, en cambio, una perfecta y sistemática crónica del corazón de la China continental, es decir, una pequeña historia de la ciudad prohibida de Pekín, Benjin. Como la denominan los chinos que sigue siendo después de 600 años la capital del nuevo orden mundial.

Es interesante que la ciudad de Pekín siga denominándose la ciudad prohibida y de hecho, solo se enseña a los turistas el 80% y eso desde hace muy pocos años pues durante todo el siglo XX y en concreto desde la segunda guerra mundial solo se mostraba el 30%. Que catorce millones de personas visiten la ciudad prohibida de Pekín cada año es un símbolo de que esa ciudad de madera, que tardó sólo quince años en construirse y que fue reconstruida varias veces, sigue siendo un misterio en nuestro tiempo.

Desde entonces ha sido siempre a la vez sede de gobierno de los emperadores chinos y ubicación de la casa imperial. Llena de patios separados, con amplias y delimitadas estancias, rodeadas por grandes y altos muros que marcan compartimentos estancos y pasadizos, para defenderse del enemigo exterior (45). La ciudad sigue atrayendo por su fastuosidad, por su geometría tanto en la jardinería, como en la construcción que sigue unos parámetros perfectamente establecidos por la tradición y, desde luego, por su extraordinaria belleza (46).

Hay mucho misterio en la ciudad más cruel del mundo, en la antigüedad por sus traiciones palaciegas y porque los emperadores chinos siempre se mantuvieron al margen del gobierno banal de la ciudad y del imperio que dejaban en manos de sus lugartenientes quienes disputaban entre sí por el honor y la gloria de sus triunfos de los que el pueblo atribuía al emperador.

La frialdad y la crueldad se mantiene desde Pekín hasta el último rincón de China pues la religión de Confucio es fría, no hay un Dios cálido y providente sino el vacío y el silencio del agnosticismo más severo. El gobierno chino mantiene con mano férrea tan basto imperio y solo una camarilla de selectas familias se reparten todo el poder y al pueblo se le somete a la amoralidad. Cada uno vela por sus propios y mezquinos intereses y por los de las pocas familias que existen. También este trabajo expone sistemáticamente la vida cotidiana de los emperadores, la educación de sus hijos, los cortesanos, eunucos, las concubinas, la alimentación, los juegos y todos los pormenores.

José Carlos Martín de la Hoz

Benard Brizay, Pequeña y gran historia de la Ciudad Prohibida, ediciones melusina, Madrid 2024, 302 pp.