La conciencia del dolor y la belleza

 

Desde el comienzo de este trabajo, destaca la novedad del título y de los conceptos manejados, pues parece que dolor se debe referir a sufrimiento y belleza a gozo y placer,

Así pues, parece claramente contradictorio, contrastar dos conceptos tan distintos como dolor y belleza, pero la cuestión se hace más interesante, cuando ambos conceptos van a aplicarse directamente a la vida de un ser humano, en este caso, la filósofa, pensadora y activista Simone Weil (1905-1943).

La editora del trabajo, Emilia Bea, comienza por explicar el origen, la intención y las ilusiones de Simone Weil cuando redactaba sus obras, así como las circunstancias ambientales, pues de ese modo, los textos reunidos en este volumen cobran particular pujanza e interés y el lector se motiva a leerlos y, además, en el orden e importancia que establece a editora.

Seguidamente, Emilia Bea, concede la palabra a la profesora brasileña de la Universidad de Río de Janeiro, María Clara Luchetti, que se encarga de resumir la psicología agitada y la existencia increíble de nuestra pensadora, en torno a tres momentos muy concretos de la vida de la joven Weil. Efectivamente, en ellos se aprecia el intenso dolor unido a la intensa belleza a lo largo de los 34 años de la existencia de esta apasionada mujer: “El primero, la experiencia del trabajo como obrera en una fábrica a lo largo de un año. (…). El segundo, la experiencia mística de la presencia de Cristo, que configuró para siempre su vida espiritual. Y el tercero, el periodo de sus últimos años, en los que vive la crueldad de la guerra” (35).

Lógicamente, el dolor, el sufrimiento, el problema del mal, hará sufrir al alma profundamente sensible de nuestra autora. Tardará muchos años hasta encontrar alguna chispa de luz.

Precisamente, es Lucchetti quien lo resume: “Mirando el árbol de la cruz, del cual según las Escrituras y la tradición Cristian, vino para todos la salvación, Simone Weil encuentra la llave secreta del camino hacia Dios” (50).

Respecto a la belleza, Simone Weill, dejó esbozados varios tratados llenos de sugerentes ideas, pero sin terminar de concluir, un ejemplo lo aporta Wanda Tommasi: “Durante la vía, radicalmente anti platónica, que conduce a la belleza a través del trabajo manual, la pobreza y la desnudez, Weil no ve el cuerpo como timba del alma, según la consideración de Platón, ni la materia como gravedad, sino que concibe a ambos como espejos de luz. Tal vez no es casualidad que sea una figura femenina, la de la Virgen, la que represente la humildad de la materia, porque lo femenino, menospreciado en una larga historia de misogenia y siempre reducido a la vertiente de la corporalidad y la materialidad frente al espíritu, resulta adecuado para encarnar aquel descenso que, con la renuncia al prestigio y a la imaginación, nos hace anónimos, nuda materia humana…” (57).

José Carlos Martín de la Hoz

Simone Weil, La conciencia del dolor y la belleza, edición de Emilia Bea, ediciones Trotta, Madrid 2010, 249 pp.