De nuevo disponemos en castellano de una de las múltiples obras de Scott Hahn, teólogo americano, converso del protestantismo, que desde el conocimiento profundo de las Escrituras sugiere a los lectores infinidad de lecturas e interpretaciones que ayudan a meditar con más profundidad en los misterios de la revelación. En esta ocasión, con este sugerente título, encontramos una segunda parte de “La Cena del Cordero”, editado ya hace unos años, de un gran interés para introducirse en los misterios de la Eucaristía.

La cuarta copa es la que los judíos tomaban -o toman- al final de la cena Pascual. Según los relatos de los evangelistas, se puede llegar a contabilizar, en el relato de la Última Cena, tres de las copas rituales, pero todos los expertos coinciden en que no tomaron, los apóstoles con el Señor, esa cuarta copa.  Es más, parece que hay una decisión de Jesús de hacerlo así. “No beberé del fruto de la vida hasta…”. Sobre cuál es el momento en que Jesús piensa tomar esa cuarta copa se puede interpretar de diversas maneras.

A lo largo de este libro, en el que mezcla, como en otros ya publicados en castellano, la experiencia extraordinaria de su conversión con los estudios realizados sobre diversos temas, especialmente la Pasión del Señor y la Eucaristía, Hahn va delimitando, poco a poco, cual puede ser el misterio de esa copa ritual. Pero todo lleva al momento de la Pasión. La cuarta copa es el sufrimiento último, de manera que ya pueda decir, después de tomar el vinagre ofrecido por los guardias, que todo está consumado.

El libro puede resultar arduo para principiantes, porque toda la profundización realizada meticulosamente por el autor, es de gran interés para quien se encuentra un poco más cercano a la teología bíblica, pero más complicada para quien no ha leído a este autor o no conoce a otros expertos en el tema. En todo caso, leyendo despacio y con atención, cualquier lector interesado llegará con gusto a las conclusiones. Y las conclusiones son: todos debemos beber la cuarta copa, todos debemos embriagarnos con la copa de la Pascua.

Hace ver que para algunas iglesias cristianas, e incluso para la Iglesia católica de hace unos siglos, la conmemoración de la Pasión y la fiesta de la Resurrección eran una misma cosa, la fiesta pascual. Y esa proximidad se nos presenta a los cristianos como el sentido último de nuestra vida, en la medida en que nos sentimos corredentores: todos debemos sufrir con Cristo. Llegamos, por lo tanto a un tema esencial para entender el Evangelio: “El que quiera ser mi discípulo que cargue con su cruz y que me siga”.

Entender el dolor, entender la pasión de Jesús, que se ofrece por nosotros, marcándonos un camino a seguir. ¿Cuántas personas, en este mundo hedonista en que vivimos, entienden el dolor como sanador, como redentor? En este mundo de comodidades, de lujos, de gastos fastuosos, es más difícil entender la cruz. Hahn cita a San Agustín: “Recibiré el cáliz de la salvación… ¿Qué cáliz es este? El cáliz de la pasión, amargo y saludable”. Cita el autor a San Pablo: “El Espíritu mismo da testimonio junto con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también herederos: herederos de Dios, coherederos de Cristo; con tal de que padezcamos con él, para ser con él también glorificados” (Rm 8, 15-17).

Merece la pena la lectura pausada de esta nueva obra de Scott Hahn.

Ángel Cabrero Ugarte

Scott Hahn, La cuarta copa, Rialp 2018