La desconfianza de Hobbes

 

Que el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679), era un inglés profundamente desconfiado, a pesar de haber vivido tantos años y de haber visto tantos e importantes acontecimientos, no le asombra a nadie que conozca un poco las consecuencias de la reforma protestante.

De hecho, ha pasado a la historia como el pensador más desconfiado de la historia, capaz de vender la libertad de todos los ciudadanos de un país con tal de salvaguardar la paz social y espiritual de los súbditos. Efectivamente, es tan llamativo el miedo que tiene al hombre y la desconfianza acerca del deterioro del pecado original en el alma del cristiano, que buscará fundamentar los pilares de la sociedad sobre bases completamente seguras y esas sólo las descubre en un pacto de entrega total de las voluntades y de las libertades.

En cualquier caso, la impresión que produce es que además de una gran desconfianza en el hombre, posee también una gran desconfianza en Dios, al que se observa desde la asustada y desconfiada fe del deísta, que es mirada del agnóstico amargado y reticente ante un Dios aleatorio y antojadizo; peor que la mirada del ateo del religioso pietista o calvinista. Sus referencias a la religión no son teología bíblica sino apoyaturas para captar el apoyo a su partido de los creyentes.

Para descubrir y dimensionar esa desconfianza basta con utilizar una sencilla metodología: releer los tres textos más importantes de nuestro pensador; el “De Cive o Elementos filosóficos sobre el ciudadano”, “El Leviatán” y el “Diálogo entre un filósofo y un jurista”, buscando en ellos pistas y referencia. El resultado es sencillo: sin citas de otros autores, sin más apoyatura que la repetición de la desconfianza enunciada afirma: “Una ciudad de hombres cristianos y una Iglesia son absolutamente la misma cosa integrada por los mismos hombres, a quienes se dan dos nombres, debido a dos causas. Pues la materia de una ciudad y de una Iglesia es una sola, a saber, los mismos hombres cristianos. Y la forma, que consiste en un poder legítimo capaz de reunir a esos hombres en asamblea, es también la misma” (De Cive, cap. 17, 21, 352).

Para poder entender qué es lo novedoso y lo original de Thomas Hobbes y lo que era modelo habitual en la época podemos recurrir a Domingo de Soto, un dominico cualificado de la Escuela de Salamanca miembro destacado de la renovación jurídica y teológica del siglo XVI en España, buen conocer del tomismo, del nominalismo y autor clave en los textos magisteriales del Concilio de Trento. Para Soto, la gracia no destruye la naturaleza, sino que la supone, la sana y la eleva. Por tanto, el hombre, después del pecado original puede salvarse mediante la Redención y las buenas obras.

De hecho, tras muchas diatribas e incluso una guerra civil, finalmente condenó a muerte al monarca, que acabó siendo decapitado en el año 1647. No olvidemos que Hobbes apoyó siempre al rey y por eso tuvo que exiliarse a Europa y fuera de su tierra y fue perseguido su vida y sus obras por ese parlamento con grave riesgo de su vida

José Carlos Martin de la Hoz

Thomas Hobbes. De Cive o Elementos filosóficos sobre el ciudadano, ediciones Alianza editorial, Madrid  2016, 390 pp.