La destrucción del norte de África

 

Ediciones Ciudad Nueva, en su colección de Patrística ha publicado en castellano la famosa obra del obispo católico Víctor de Vita, editada por primera vez en el siglo V donde se narraba la destrucción de la floreciente civilización del norte de África y, en concreto, de Cartago la ciudad de san Agustín.

Efectivamente, el siglo V es habitualmente narrado por los historiadores como un tiempo de gran decadencia en la vida de la Iglesia y, consecuentemente, de las instituciones debido al cisma de la Iglesia donatista y las constantes persecuciones a las que fueron sometidos los fieles de la verdadera Iglesia.

Consecuentemente, a esa falta de unidad y a la sinrazón de los donatistas, cuando las tropas de las tribus vándalas atravesaron la península ibérica llenas de odio y destrucción, terminaron por desembarcar en el Norte de África donde encontraron tierras divididas y preparada para ser desoladas por la falta de unidad en el mando de los ejércitos defensores que se opusieron.

Aquellas tribus invasoras que dejaban a su paso fuego y desolación eran comandadas por el cruel y despiadado Genserico, que no paró en si cabalgada y destrucción hasta llegar a Egipto donde plantaron su frontera y comenzaron a asentarse.

Los vándalos eran de religión arriana y, por tanto, veían con odio a los católicos y buscaban la destrucción de los templos y de la organización religiosa y monacal, que para ellos no tenía sentido. No olvidemos que al negar la divinidad de Jesucristo, los sacramentos quedaban como meras rubricas sin apenas significación salvífica.

Además, los príncipes bárbaros eran de un nivel cultural y jurídico ínfimo por lo que aquellas tierras, esplendidas en dignidad, obras artísticas. literarias y jurídicas cayeron en los estadios más bajos sin apenas personalidad que pudieran establecer orden y defensa de la dignidad humana.

Indudablemente tuvieron mejor fortuna los donatistas que los católicos pues el enemigo pasó a estar enfrente en las tribus de los Ostrogodos, visigodos, que habitaban Roma y el resto de la península itálica. Lógicamente, Cartago y las ciudades del Norte de África que antaño habían abastecido al imperio romano de alimentos, ahora pasarían a negociar duramente contra ellos.

Efectivamente, el rey Genserico (428-477), terminaría por aceptar que la situación debía estabilizarse si no deseaba poner en peligro la vida de sus jefes y de sus familias, por lo que debió comenzar por establecer una purga entre sus propios generales y entre los que le habían seguido para afirmar una nueva dinastía. Además, por la fuerza y el temor estableció vasallajes y relaciones con las tribus del interior para la alimentación y el asentamiento de los suyos y de los supervivientes a la invasión, unificados ahora bajo su férreo gobierno. En el año 474 estableció un tratado de paz con Constantinopla que reconocía su soberanía sobre las antiguas provincias norteafricanas, Baleares, Sicilia, Córcega y Cerdeña.

José Carlos Martín de la Hoz

Víctor de Vita, Historia de la persecución vándala en África, ediciones Ciudad Nueva, Biblioteca de Patrística, n. 171, Madrid 2022, 222 pp.