Cuando hace una década, el presidente del gobierno Rodríguez Zapatero, quiso introducir en el plan de estudios la Educación para la Ciudadanía -no es que fuera una idea de Rodríguez Zapatero sino de la Unión Europea-, los Obispos españoles se opusieron a ello y pidieron a los católicos que no colaborararan con esta asignatura. Conociendo a Rodríguez Zapatero debieron pensar que se iba a tratar de un adoctrinamiento progresista; aun así, no fue una de las páginas más gloriosas de la Conferencia episcopal.
Recuerdo a una querida amiga, católica coherente e interina en un centro de enseñanza, que se declaró objetora para impartir esa asignatura, la prensa lo aireó y ella estuvo a punto de perder su puesto de trabajo. Personalmente me interesé por conocer el contenido de la asignatura y solo encontré que en el libro de Ciencias Sociales habían adherido al final una página sobre Educación para la Ciudadanía, la leí y no decía nada especial, ni bueno ni malo. Ya se habían preocupado los editores de no pillarse los dedos.
La Educación para la Ciudadanía fracasó, no por los Obispos ni por los padres católicos, fracasó porque los profesores de otras asignaturas se negaron a impartirla. Es posible que estuvieran preparados en Ciencias o en Matemáticas, al fin y al cabo las había estudiado durante cuatro años, pero sobre la ética pública cada uno tenía sus propias ideas y no consideraba que tuviera que compartirlas obligatoriamente con nadie.
Personalmente aquel asunto me frustró; es posible que algún profesor hiciera alguna interpretación sesgada de la educación cívica, pero nadie mejor que un católico para explicar la necesidad de convivir, buscar el bien común o interesarse por los más desfavorecidos; al fin y al cabo, la Iglesia Católica lleva dos mil años haciendo precisamente eso. Por otra parte, bastaba con explicar la Constitución española. Si algo nos ha enseñado el papa Francisco es que hay que ser valientes para compartir aquello en lo que creemos y respetuosos con los que opinan distinto.
Corresponden las anteriores reflexiones a la lectura de un artículo del periodista Luis Luque acerca de la Educación cívica en los Estados Unidos (Aceprensa, noviembre 2023). En la actualidad -informa el articulista-, "de los cincuenta estados de la Unión, solo siete tienen (conservan) la educación cívica como materia obligatoria en la educación secundaria". El motivo es que, dado que los Estados Unidos es un país multicultural, se teme que una educación cívica obligatoria pueda verse como una imposición. Aun así, un profesor norteamericano pregunta: "Si los colegios no enseñan a los estudiantes cómo lidiar de modo civilizado con los asuntos desafiantes, problemáticos y conflictivos ¿quién se lo enseñara?".
El papa Francisco ha pedido a las universidades católicas que favorezcan no solo los conocimientos técnicos, sino también el saber sapiencial, moral y el diálogo, pero ¿cómo hacerlo? Luis Luque explica que en algunos centros educativos norteamericanos se ha ido introduciendo la lectura y discusión de los clásicos de la literatura mundial, como método para "potenciar el debate y cultivar habilidades democráticas como la escucha, la razonabilidad y la humildad". En España nos consta que la Universidad de Navarra ha introducido entre los estudiantes un programa voluntario de lectura y discusión de las grandes obras de la literatura.
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Juan Iganacio Encabo Balbín