La expansión europea de la modernidad

 

La economía y no el pensamiento y las ideas son en realidad la base para realizar el interesante trabajo de comparación de los diversos imperios que actuaron a lo largo de los siglos XVI y XVII en Europa.

En efecto, el prestigioso profesor de la Universidad de San Diego en California, David Ringrose, ha puesto en juego todos sus conocimientos acerca de la economía, geografía, comercio e industria, para poder desbancar el europeismo reinante y mostrar como los musulmanes los reyes de la situación. Finalmente, demostrará cómo fueron los europeos los que lograron en el XIX y XX imponer su ideología, cultura y religión, para tras una dolorosa ilustración desbancar a los imperios otomano y chino y lograr la hegemonía europea que todavía goza en la actualidad.

Parte importante del éxito de la implantación del modelo occidental de pensamiento, economía y tradiciones políticas, religiosas y culturales, consistió en la mezcla y trasposición de las ideas a los lugares donde iban llegando los europeos (17). Evidentemente, el modelo más límpido fue el español y las leyes de indias y, posteriormente, el modelo industrial inglés que alcanzó las más altas cimas en Europa y en el mundo (19).

Es interesante leer con detenimiento las diversas rutas que siguieron los diversos imperios para comerciar; primero los portugueses y españoles y, luego, los ingleses y holandeses, para explorar el mundo entero en busca de seres humanos como los europeos y semejantes costumbres a las nuestras de tipos familiares y sociales parecidas (29-35), puesto que todos somos hijos del mismo Dios: “Hasta la década de 1550 por lo menos, la mayoría de las personas si compartían una identidad casi común: casi todos eran cristianos y católicos romanos” (43).

Asimismo, hay que hacer notar que el autor, quizás por estar centrado en los parámetros económicos e industriales, en su comparación, haya prescindido del elemento evangelizador y de expansión de la fe que estaba presente en la Iglesia católica desde el principio y que explica la rapidez de la expansión de castilla por toda América (47).

Es interesante que las nuevas rutas comerciales globales de todos los continentes entre si requirieron aplicar la tolerancia y el aprendizaje de las lenguas y costumbres locales: “los observadores europeos se sorprendieron de la diversidad étnica de los puertos asiáticos del XVI. En ellos había siempre comunidades de todos los rincones del océano indico, comunidades que hablaban una gran variedad de idiomas y practicaban diversas formas de religión” (177).  Asimismo, es interesante cómo los diversos imperios fueron buscando el oro y la plata, en primer lugar, en la extracción de metales, pero también cuando se agotaron estos en las especies, los animales, la esclavitud, el azúcar, la patata, el tabaco, el comercio de las pieles, marfil, la porcelana china, etc., dependiendo de las épocas y de las diversas rutas (202).

José Carlos Martín de la Hoz

David Ringrose, El poder europeo en el mundo. 1450-1750, ediciones Pasado y Presente, Barcelona 2019, 365 pp.