La filosofía de la muerte

 

Para un andaluz lanzarse a leer un libro sobre la muerte siempre requiere realizar un cierto esfuerzo o sencillamente superar una natural grima, pero en este caso, por los comentarios sobre el buen humor y la sagacidad del autor y su cierta fama como ensayista parecía indicar que era preciso superar la preocupación y animadversión natural al respecto.

El profesor de filosofía de la New School for Social Research de New York, el catedrático Simón Critchley, ha redactado en efecto un extenso trabajo, publicado en ediciones Taurus acerca de lo que los filósofos han dicho a lo largo de la historia de la filosofía acerca de la muerte.

En realidad, según manifestaba el autor en la introducción su deseo hubiera sido el de haber enseñado al lector a encarar la muerte por haber logrado enseñarle a aprender a vivir la vida con sabiduría.

El libro final que se ha editado, digámoslo enseguida y claramente, es un verdadero fiasco sencillamente porque al autor le ha faltado profundidad y conocimiento de la historia de la filosofía (basta con leer el extenso resumen de la aportación de Santo Tomás de Aquino a la cuestión para descubrir donde está el problema de este libro, pp. 161-164) para haber captado con vigor y expuesto con cierta novedad las grandes líneas de fondo que aporta el bagaje de tantos pensadores que han dejado su ensayo sobre la muerte por escrito y, por tanto, el haber aportado al mundo culto un buen trabajo dotado de cierta veracidad.

Al autor le ha faltado quizás coraje para enfrentarse de nuevo con el problema del mal y del inveterado enigma de la muerte y le ha sobrado ironía y sentido del humor, pues dedicar tantas páginas a reírse de los filósofos y sus maneras extrañas de vivir y de su comportamiento, resulta a estas alturas un lugar común colmado de frases hechas y de dudoso buen gusto.

Le ha sobrado superficialidad pues plantearse la muerte en serio es realmente plantearse la vida en serio y por tanto debería haber abordado la cuestión de la trascendencia del alma, del más allá, de la vida y los escritos de los santos y de los mártires, cuestión que se despacha el autor con algunos errores acerca de san Pablo (131) de algunas frases superficiales de Voltaire que no se creía ni el mismo (133) y con un resumen vergonzoso y superficial acerca de Abelardo y Eloisa (154-155).

Verdaderamente, cuesta llegar hasta el final del libro pues, a base de anotar comentarios banales de los diversos autores, el trabajo resulta carente de atractivo. Además, es duro leer las páginas conclusivas de un trabajo sobre la muerte, en donde el autor se ve vacío de seres queridos: “el miedo a la muerte es un miedo a la debilidad en un estado de enfermedad, a que nos metan en una residencia degradante, a ser ignorados por nuestros abochornados amigos y por nuestros ocupadísimos y distantes familiares” (339).

José Carlos Martín de la Hoz

Simon Critchley, El libro de los filósofos muertos, ediciones Taurus, Madrid 2019, 362 pp.