La gran revolución francesa

 

Piotr Kropotkin publicó este magnífico trabajo en 1909 como resultado de más de veinte años de seria investigación en los archivos franceses e ingleses, sobre todo del museo británico donde existe una amplia base documental.

Lógicamente, en esos años el anarquismo en Europa y América estaba mucho más encendido y desarrollado que en la actualidad y, por tanto, los movimientos revolucionarios anarquistas tenían la revolución francesa como su verdadero y solido paradigma.

En efecto, existen muchas y documentadas biografías de los grandes revolucionarios y de la propia revolución francesa, al igual que sucede con la bolchevique, pero faltaba y sigue faltando el estudio que el lector tiene ahora en sus manos centrado en las masas populares y en cómo fue el pueblo quien intuitivamente supo desprenderse en el camino de la revolución, primero de la nobleza y del clero, luego del propio rey y finalmente de la burguesía hasta terminar por destruirse a sí mismo como pueblo, en una embriaguez de muerte y exterminio en la guillotina y en la locura de la espiral de la traición de los traidores.

Indudablemente fue la burguesía, los girondinos, la que controló y dirigió la revolución hasta que se le fue de las manos y comenzó el poder del terror que terminaría por provocar el caos total que terminaría por desanimar al pueblo (76, 255).

Sorpresivamente, aquella masa popular necesitaba volver al orden, a la obediencia para poder encauzar el régimen de libertad y para que el nuevo orden de libertad, igualdad y fraternidad sustituyera al orden cristiano de la caridad como constructor de una sociedad democrática y libre.

Había que comer, cultivar la tierra, desarrollar los oficios y todo eso requiere paz y orden. La tregua de la serenidad tras la locura del derrumbe del orden anterior para construir un nuevo orden y concierto.

El trabajo que ahora ha reeditado la colección de utopía libertaria, se fija fundamentalmente en el anarquismo, en la utopía libertaria para terminar por reconocer que existe la naturaleza humana y que todo en el hombre tiende a la decadencia, como la vida y la cultura. Indudablemente la bancarrota económica y el hambre fueron el disolvente definitivo (127, 139).

Indudablemente, la conclusión de este trabajo está enunciado desde las primeras páginas: la revolución francesa no fue un golpe de estado, sino una verdadera catarsis civil hasta que las aguas volvieron a su cauce, llegó el imperio, la restauración de la monarquía y finalmente la república (68).

Finalmente, Kropotkin, terminará por darnos la mejor definición del anarquismo: “Los que creían que no había terminado la revolución” (256).

José Carlos Martín de la Hoz

Piotr Kropotkin, La Gran Revolución Francesa (1789-1793), ediciones Anarres, Buenos Aires, 2015, 429 pp.