La herencia del dios perdido

 

El trabajo que deseamos comentar a continuación, es un libro polémico, como son casi todos los que publica el filósofo alemán afincado en Viena, Peter Sloterdijk (1947), para quien la vida desde la “muerte de Dios,” no le depara más que disgustos e incoherencias. En definitiva, no le salen las cuentas, ni comprende nada de lo que sucede en la modernidad, lo que es peor para él, donde no se encuentra ni paz ni sosiego, sino todo lo contrario, pues, de hecho, se siente amenazado por Dios (37).

Es lógico que su desasosiego siga en aumento, como también está en alza el número de suicidios y de hombres que se sienten infelices, pues la modernidad ha enterrado o perdido a un dios que era falso, pues apenas le conocían ni había relación personal.

Precisamente, por falta de conocimiento y de confianza, por eso lo pudieron perder, pues al verdadero Dios, creador de cielos y tierra, se le encuentra con mucha facilidad, solo hace falta un poco de humildad, pues es creador, amor y redentor y “sus delicias son estar con sus hijos los hombres”, todo lo contrario de sentirse “petrificado de desesperanza ante Dios” (41).

Su planteamiento de salir en la caza de las contradicciones de Dios le lleva a afirmaciones de grueso calibre: “el pensamiento veteroeuropeo necesitó milenio y medio para poner en marcha la contradicción que encerraba el concepto monoteísta de Dios” (15).  Y un poco más adelante: “no es en absoluto casual que los piadosos hayan desconfiado desde siempre de las grandes ciudades como si de focos de ateísmo se tratara” (23).

Lo más molesto es que las cuestiones están planteadas de modo dogmático, en las que no deja lugar ni a la duda, ni a la mera conversación, pues habla como si fuera uno de los siete sabios de Roda, para el que las cosas son como él las ve: es tan dogmático como la divinidad que pretende plantear, e incluso intenta poner a Nicolás de Cusa junto a Hegel, en el mismo bando (13), o convertir en mitología (21) toda la revelación cristiana (como si no hubiera inventado eso ya  la enciclopedia de Bayle) .

Las afirmaciones de carácter histórico muestran la escasa credibilidad que merece este trabajo y la escasa y frágil apoyatura que tiene el desarrollo intelectual de su mensaje: “Se ha advertido con razón muchas veces que por la intervención de Lutero la ostentosa Iglesia papa católica y romana fue reducida a una Iglesia, si no invisible, si insignificante” (43). Verdaderamente, la acción de la Iglesia desde que concluye el concilio de Trento no puede calificarse de trivial.

Asimismo, en el tratamiento que hace de los padres de la Iglesia, como san Agustín, Dionisio Areopagita, san Juan Damasceno, demuestra falta de conocimiento directo, adolece de poca costumbre, escribe como si hablara de oídas (127). Finalmente, convendría que abandonara la exégesis del nuevo testamento, pues ni siquiera es capaz de valorar el texto de Jesús de Nazaret que nos ha dejado el papa Benedicto XVI en sus tres preclaros volúmenes ampliamente aceptados por la crítica (139).

José Carlos Martin de la Hoz

Peter Sloterdijk, La herencia del Dios perdido, ediciones Siruela, Madrid 20020, 276 pp.