La huella de Benedicto XVI

Las dos intensas jornadas desarrolladas por Benedicto XVI en

Santiago de Compostela y Barcelona, dejan una huella profunda en la sociedad

española. Muchos son los problemas que padecemos, desde el paro agobiante hasta

la disminución de matrimonios celebrados. Pero la palabra serena, amable y

espiritual de Benedicto XVI dice que hay esperanza porque Dios no se ha

retirado de este mundo. Los valores del Evangelio están más presentes en las

personas y en la sociedad de lo que a veces pensamos.

 

Cargado con ochenta y tres años y el peso de la Iglesia, el

Papa es muy joven de corazón con una agilidad espiritual impropia de la vejez,

que sintoniza con los jóvenes. Y la razón, me parece, está en la Verdad que

cree, Jesucristo, y en los valores que

defiende. Entre otros: la vida humana como algo sagrado; la dignidad

insobornable de la persona; el matrimonio como institución básica de la

sociedad, donde cada uno es amado y valorado por lo que es y no por lo tiene;

el beneficio social que deriva de la fe católica expresada también en la vida

pública, etcétera.

 

Benedicto XVI desea que no haya enfrentamiento sino

encuentro entre fe y laicidad. Repite que la fe se hace cultura y arte, como vemos

en la impresionante Basílica de la Sagrada Familia en Barcelona. Ha agradecido

la solidaridad de tantos en tiempos de crisis, especialmente la desarrollada

por las instituciones de la Iglesia, pero ha invitado también a cuidar las

necesidades religiosas de los hombres. Nos dice que la libertad y la verdad no

pueden vivir una sin la otra. Y ha pedido

desde Santiago que Europa salga al encuentro de Dios sin miedo, para

trabajar a favor de la dignidad del hombre. Recuerda así a Juan Pablo II cuando

exhortaba a que Europa vuelva a sus raíces cristianas para ser ella misma.

 

Lo que hemos vivido en Santiago de Compostela y en

Barcelona, y seguido por millones de españoles en los medios de comunicación,

sirve para marcar el rumbo de la próxima JMJ 2011 en Madrid. En esas fechas

podremos expresar a la vez la dimensión local de la fe y su universalidad,

cuando se reúnan con Benedicto XVI millones de jóvenes del mundo. Desde ahora

los creyentes tenemos bastante trabajo que hacer, y principalmente la expresión

de esa fe con naturalidad en la vida pública. El bullicio de los jóvenes

durante estos días se ha contagiado a muchos manifestando sin complejos que

cabe ser modernos y fieles a Jesucristo.

 

 

Jesús Ortiz

Doctor en Derecho

Canónico