La humildad de Dios

 

Con este título tan audaz ediciones Encuentro procede a reeditar un escrito publicado por el teólogo jesita François Varillon (1905-1978) en 1975 que golpeó fuertemente a la sociedad teológica de su tiempo, y que sigue golpeando la nuestra, pues refleja el eterno diálogo entre Dios y el creyente: Tú lo das todo y yo te doy casi nada.

Es evidente que la santidad del cristiano, ahora y en el siglo XVI sigue siendo crecimiento en la humildad de ahí que hasta en los propios ritmos siga habiendo lugar para la paciencia: “no hay maduración espectacular. Tampoco la hay sin coraje” (23).

Por otra parte, al ser un libro del año 75 en plena crisis de identidad, hay una referencia explícita a la situación: “si tengo la tentación de no hablar más de Dios a los demás, es quizá porque ya no me hablo de Él a mí mismo” (23). Y añade, más claramente: “Si es un salto hacia adelante, si el sacerdote se libera de las cargas de patrocinio, de acción católica, etc., para decirse: «soy un hombre de Dios, debo dar testimonio únicamente de mi fe y de Dios», entonces me interesa (…) Si es una aventura mística” (28). Y concluye: “Veo claramente que mis contemporáneos oscilan de un Cristo sin Dios a un Dios sin Cristo. Jesuismo o deísmo: la opción, para más de uno, se presenta así simplificada” (36).

La humildad tiene mucho que ver con el sentido de la vida y, lógicamente, con la tentación del sinsentido: “Sentido y sinsentido están mezclados como el trigo y la cizaña de la parábola. Pero el sinsentido se impone al sentido, incluso al más alegre y grandioso. Porque, por una parte, se aferra a él, y lo corroe” (47). Inmediatamente añadirá: “La gracia no sería gracia si no fuera la ofrenda de un exceso de gratuidad. (…). Al señalar la presencia del absoluto en el corazón de la contingencia me comprometo ya a querer por si mismo a Aquel que vale por sí mismo, a reconocer a Dios como Dios. La afirmación racional y libre de Dios está cargada de una obligación moral” (50).

Es impresionante la profundidad de nuestro autor cuando señala: “La encarnación no tiene trampa: Dios hecho hombre habla a los hombres un lenguaje de hombre; no espera que los hombres hablen de Él y que le hablen en otra lengua que no sea la suya. Si la Palabra divina es palabra humana, la palabra humana sobre Dios y a Dios no es a priori alienación” (58).

Retomando por tanto el objeto del trabajo que desea presentarnos, concreta con toda intensidad: “La respuesta que hallamos en todas las páginas de la Sagrada Escritura es esta: Dios es amor. Pero en el amor hay «una realidad que no percibimos inmediatamente»: es la humildad” (75).

Así pues, libertad y entrega son las características de la humildad: “Dios es soberanamente independiente, por tanto, libre. Pero libre de amar y de ir hasta el final del amor. El extremo del amor es la renuncia a la independencia. En última instancia, es la muerte. «No hay más amor más grande que dar la vida por los amigos»” (83). 

José Carlos Martin de la Hoz

François Varillon, La humildad de Dios, ediciones Cristiandad, Madrid 2019, 176 pp.