La Iglesia y la salvación

 

En la obra clásica del cardenal francés Henri de Lubac, sobre la Iglesia, recientemente reeditada por ediciones Encuentro, se muestra un completo dominio de la doctrina de los padres de la Iglesia y, por tanto, una guía para saber encontrar en ellos, la savia nueva del quehacer teológico.

Precisamente, en ese marco de renovarse o morir, el cardenal jesuita Henri de De Lubac realiza una reformulación muy interesante y exacta del viejo principio enunciado por los padres de la siguiente manera: “extra Ecclesia nulla salvus ese” (como puede verse en tantos padres y escritores antiguos como, por ejemplo, Ireneo, Cipriano, Teodoreto, Lactancio, Agustin, Gregorio y Rufino), es decir, que fuera de la Iglesia no hay salvación (195).

Enseguida, añadirá de Lubac: “Evidentemente, no puede querer decir que nadie que no esté exteriormente vinculado a la Iglesia se haya salvado jamás, y es significativo que los textos en donde se inserta, cuando no van dirigidos simplemente a los que se han separado, aportan también los correctivos esperados, reservando el caso de ignorancia invencible entre los infieles de buena voluntad” (196).

Evidentemente, tanto en la Lumen Gentium como en los decretos conciliares que hablan del ecumenismo y de la misionología en general, se realizaba un resumen de la doctrina del Concilio y una síntesis del magisterio anterior, que espléndidamente aparece reflejada en el llamado documento clave sobre la cuestión que recibió el nombre de: “Unitatis redintegratio”.

Es evidente, nos dirá el concilio que fuera de la Iglesia Católica encontramos “semina verbi”, como dirían los padres, es decir, restos de la primitiva revelación a nuestros primeros padres que forman la base de la religión natural.

También nos recuerda nuestro autor las palabras de Suarez cuando se refería a la voluntad implícita del alma honrada de en la comunión católica: “voto saltem ac desiderio” (196).

Asimismo, nos dirá el cardenal de acuerdo con el magisterio solemne de la Iglesia solo en el catolicismo, o mejor dicho en la Iglesia católica, se conserva la plenitud de la revelación. Precisamente, hace unos años, la Congregación para la Doctrina de la fe tuvo que publicar un documento para realizar algunas precisiones acerca de que Jesucristo es verdaderamente la plenitud de la revelación, de ahí el nombre del documento; “Domnius Iesu” donde se recordaba la naturaleza divina y humana en la persona del Verbo, es decir que Cristo es la plenitud de la revelación y, por tanto, que del encuentro con Cristo depende el camino, la verdad y la vida.

Ahora podemos referirnos a su interesante apreciación acerca de la salvación: por la Iglesia, y solamente por la Iglesia serás salvado, pues por es por donde vendrá la salvación, por donde comienza a venir para la humanidad” (197).

José Carlos Martín de la Hoz

Henri de Lubac. Catolicismo. Aspectos sociales del dogma, ediciones Encuentro, Madrid 2019, 403 pp.