Indudablemente la profesora Adriana Cavarero se ha divertido mucho escribiendo este libro pues, con la distinción del hombre recto y de la mujer inclinada (19, 41) y su rastreo a través de la historia de la filosofía, comenzando por Platón, Locke, Kant, Arendt y muchos más, podría haberse divertido todavía más y haber llenado muchos gruesos volúmenes de finas observaciones.

La lectura del libro es gratificante e ilustrativa pues la autora, catedrática de filosofía política y profesora de la Universidad de Verona (y Nueva York), une la agudeza de ingenio, con un amplio bagaje historiográfico y una gran expresividad. Seguidamente señalaremos algunos temas que me han parecido de interés.

La crítica de nuestra autora a Kant es verdaderamente notable (30). Primeramente, logra adentrarse con bastante seguridad en el complejo mundo de la crítica de la razón pura y práctica kantiana, para descubrir enseguida que efectivamente el “yoismo kantiano” choca frontalmente con la realidad de la inclinación femenina a la relación y al cuidado y, en definitiva, a la ternura. Evidentemente, rompe con el esquema prusiano de Kant del hombre del “deber ser”, castigado para que busque el deber por el deber y que no debería ser consolado: “encapsulado en su rectitud formal, erguido dentro de sí, el austero sujeto moral  no se inclina, ni siquiera sobre sí mismo; si se inclina, tal vez seducido por la representación de su propia felicidad, entonces ya no es más un sujeto moral, sino un ser que ya no es más libre y autónomo, en cuanto está afectado externamente por esta representación” (67).

Seguidamente, serán revisitados otros muchos autores como Virginia Woolf y su maravillosa escritura, real y verdaderamente femenina, quien atribuye a la imagen de la verticalidad que estamos tratando el elemento de la rectitud, en contraste con la inclinación femenina expresada en la fecundidad del árbol (82).

Los páginas y textos dedicados a san Agustín y santo Tomás de Aquino son verdaderamente luminosos, también paras su tesis, y expresan bien la honda formación de la profesora Cavarero, quien sabe mantenerse en el plano filosófico, aunque no deja de visitar a estos autores de sólidos fundamentos racionales: “Según santo Tomás el hombre se inclina naturalmente al bien (…). Tomás confirma que el amor bueno es recto querer y el amor malo es querer perverso” (127).

Asimismo, la autora brilla con luz propia en el capítulo dedicado a la figura de la artista y su inclinación hacia lo bello, bueno y verdadero (148). Seguramente, el editor habrá sufrido por publicar las imágenes que ilustran el libro en blanco y negro, pues en color habrían resultado mucho más expresivas y más esta bella figura de Artemisa y la brújula inclinada al norte de la belleza. El contraste está enseguida con el cuadro de Leonardo da Vinci sobre Ana y la Virgen inclinadas hacía el niño Jesús indefenso. Esto le da todavía más plasticidad a la figura y al significado de la inclinación amorosa y alegre (161). El libro termina con una larga coda sobre Levinas que se hace muy pesada.

José Carlos Martín de la Hoz

Adriana Cavarero, Inclinaciones, Crítica de la rectitud, Fragmenta ediciones, Barcelona 2022, 275 pp.