La joya del monasterio de El Escorial

 

En el interesante trabajo publicado recientemente por el historiador y profesor de la Universidad San Pablo-CEU de Madrid, Alberto Bárcena, acerca de la cuestión religiosa en la historia de España y que ha editado ediciones san Román, se hace referencia a muchas e interesantes anécdotas y a muchos hechos que reflejan la fe profunda que se ha vivido y se sigue viviendo en España donde, a pesar de lo que pudiera pensarse, se conservan muchas y profundas raíces cristianas y una historia bimilenaria de teología.

Precisamente, para descubrir la mayor de las joyas y reliquias y joyas que alberga el monumental monasterio de San Lorenzo de El Escorial, que mandó construir Felipe II, hay que dirigirse a la Sacristía Mayor del mismo, una sala de treinta metros, en la que destaca un impresionante cuadro; “La Adoración de la Eucaristía”, que obra del gran maestro del barroco español, Claudio Coello, pintado alrededor de 1684, para que ocupara en ese lugar su emplazamiento definitivo una reliquia muy especial , de modo que el cuadro reflejaba la solemne procesión que tuvo lugar ese día (110-111).

En efecto, durante aquella jornada se adoraba por parte de toda la corte del rey Carlos II, la custodia que les presentaba para adorar y ser bendecidos el prior jerónimo del monasterio don Francisco de los Santos, quién revestido con la capa pluvial, les mostraba la reliquia de una forma incorrupta y sangrada que donó Margarita de Cardona al rey Felipe II en 1591, y que el rey imperial entregará al monasterio para que ocupara el lugar central de todos aquellos edificios. El cuadro que servirá de puerta para ocultar la inestimable reliquia, efectivamente es un verdadero espejo de toda la espléndida veneración y fe con la que la corona y sus súbditos del mundo entero deseaban prestar honor y alabanza al rey de cielos y tierra.

La reliquia procede de Holanda, de la localidad de Gorkum, cuando unos mercenarios protestantes a las órdenes de Guillermo de Orange habían profanado la catedral de la ciudad y todas las iglesias y conventos.

En el caso que nos ocupa, uno de los soldados descerrajó el sagrario y vació los copones tirando las formas al suelo para robarlos, pero cuando tomó la teca con el viril, al sacar la forma grande la arrojó al suelo y, a continuación, pisó con saña y desprecio la sagrada hostia. Entonces, ocurrió delante de sus ojos que las tres tachuelas del tacón provocaron tres gruesas gotas de sangre roja.

Aquel hombre al ver la sangre cayó inmediatamente al suelo y rompió a llorar amargamente, intentando paliar de ese modo, el agudo dolor que le había producido en su alma el desprecio del redentor que acababa de realizar. Allí quedó llorando amargamente su pecado hasta que fue capturado por la fuerza pública y arrestado por blasfemo. Finalmente, cuando tiempo después fue liberado, se hizo franciscano y paso su vida reparando por las ofensas de los hombres al Dios eucaristizado.

José Carlos Martín de la Hoz

Alberto Bárcenas, La pérdida de España, volumen I de Hispania Romana al reinado de Alfonso XIII, ediciones san Román, Madrid 2019, 479 pp.