La lectura como antídoto

 

Después de los meses de reclusión a causa de la pandemia, al hablar con parientes, amigos y conocidos sobre cómo han pasado ese periodo, he llegado a la conclusión de que los lectores habituales lo han sobrellevado mejor que las personas que tienen escasa o nula relación con los libros. Parece lógico, puesto que leer es una actividad  que exige atención, esfuerzo, dedicación, lo que atempera los riesgos de caer en miedos, en obsesiones, en la pereza o en un activismo estéril. Además, los buenos libros nos enriquecen y ayudan a distanciarnos un poco del entorno, en este caso del obligado enclaustramiento y sus secuelas físicas y psicológicas.

Gregorio Luri, en la conferencia impartida el 5 de julio de 2019 en el IV Forum Edita, editada recientemente (Plataforma Editorial), con el título de 10 tesis sobre la educación y la lectura, afirma: en nuestro tiempo, parece que todo nos empuja a ser más espectadores que lectores. Es decir, a diluir la tensión del lector en la entrega del espectador. La lectura exige un dominio de sí, un control del propio cuerpo, una coordinación, un silencio que haga posible el diálogo con otro en el seno de la intimidad, la soledad y el silencio. Curiosamente, en esta reclusión aprendemos a ser también lectores del mundo, porque, como dice un personaje de Carlo Goldoni en El abanico, un hombre con un buen libro en las manos no está nunca solo.

Muchos habrán preferido quizá las películas, las series u otros programas televisivos o sumergirse en Internet y en las redes sociales, actividades que, por otra parte, no son incompatibles con la lectura, si uno se lo propone seriamente. Sin embargo, pienso que los frutos no son los mismos, porque, como afirma Antonio Basanta en Leer contra la nada (Siruela, 2017), la lectura tiene que ver no solo con estar, sino con ser, con lo profundo, y con la contemplación y la reflexión, tan necesarias para paliar lo efectos negativos del ajetreo en el que a menudo nos encontramos inmersos.

Luis Ramoneda

Antonio Basanta. Leer contra la nada (Siruela, 2017).