La lectura y el sentido de la vida

 

La revista cultural Nuestro Tiempo, de la Universidad de Navarra, en el número de agosto de 2023 entrevista a varios profesores de filosofía que recomiendan la lectura de los clásicos. Destaca la conversación con Zena Hitz (EE.UU.,1973), especialista en Aristóteles y autora del libro "Pensativos: los placeres ocultos de la vida intelectual".

Hitz había trabajado en distintas universidades americanas, cuando, desengañada por la competitividad existente entre los docentes, se retiró a vivir a una comunidad religiosa en medio de la naturaleza. Tres años más tarde volvió al Saint-John College de Annapolis (Virginia) para poner en marcha un programa de tutorías con sus alumnos; tratar las grandes cuestiones de la vida a través de la lectura de los clásicos. Después impulsaría el Proyecto Catherine en el cual, un grupo reducido de lectores, dirigidos por un tutor, se reúne semanalmente para comentar una treintena de libros. "Empecé esto- explica- por una cuestión de servicio público" (pág.22).

Las palabras de Zena son frescas, libres: "La vida intelectual es un don natural" -afirma-, "aprender por el puro placer de hacerlo nos conduce a una vida más plena, a la felicidad", "el pensamiento, el estudio, el arte, la música o la oración, son cimas de las que uno puede decir: 'Mi vida va de esto' " (pág.20).  Advierte la autora que el peligro que corre el filósofo es el de recluirse en un mundo desconectado de la realidad y recomienda alternar la reflexión con actividades que distraen y al mismo tiempo orientan el pensamiento, como pueden ser limpiar la casa, cocinar, cuidar las plantas o la carpintería, y lo explica así: "En la cocina o en el jardín el resultado es palpable, tangible. Esa clase de actividades manuales son útiles y producen cosas buenas; bien hechas son un servicio para los demás" (pág.23).

Humilde, defiende que la verdadera vida intelectual debe estar orientada al crecimiento de la persona, un esfuerzo por conocerse a sí misma. "¿Existe la felicidad?" -le pregunta su interlocutor-. Zena se apresura a dar una respuesta afirmativa: "Lo es disponer de una actividad gratificante que llene tu vida de sentido y estructure el resto de tu existencia, es decir, un fin último" (pág.22). Para ella el sufrimiento forma parte de ese proceso de maduración interior: "Si no ves el dolor de los demás no puedes amarlos. No podemos vivir sin amor (...). Yo no quiero ser una niña para siempre, sino florecer como ser humano y para eso he de sufrir" (pág.25).

La invocación del sentido de la vida nos recuerda al psiquiatra vienés Viktor Frankl y su libro "El hombre en busca de sentido", y la mención de la estructura de la personalidad nos lleva a pensar en el momento en el que Zena sintió romperse algo en su interior y optó por retirarse a vivir en medio de la naturaleza: "No puedes pensar que si sigues unos pasos determinados serás feliz -afirma-. Tienes que asumir que puedes fracasar aunque tengas unos fines últimos estupendos" (pág.21).

La profesora -resunta obvio señalarlo- es creyente: "En la vida hay cosas que importan y otras que no, y la fe [religiosa] puede ayudarte a tener claro cuáles son unas y otras; ayuda a mantener lo importante en el centro". Para élla es importante compartir, relacionarse: "Tus valores e idealismo no te los puede dar un algoritmo (...). Para eso lo primero y lo más importante que hay que recuperar es el sentido de comunidad, el cara a cara y la clase de crecimiento personal que se produce en una comunidad así [intelectualmente despierta]" (pág.21).

La cultura dominante no se mueve en base a los parámetros de la reflexión y el conocimiento propio, sino que está masificada, acrítica, hedonista, por eso la entrevistada "preferiría que se desarrollase una contracultura robusta, que es lo que se ha perdido en los últimos cincuenta años en Occidente. No sirve de nada desaparecer del mundo -continúa-. Es mejor crear una red de pensamiento que desafíe a la cultura dominante" (pág.25).

Juan Ignacio Encabo Balbín.

Teo Peñarroja, Nuestro Tiempo, agosto 2023.