Ya hace tiempo escribí acerca de Una Iglesia femenina. Veo que se sigue tratando acerca de la misma cuestión: el famoso tapón de las diaconisas que no va a ninguna parte porque es solo una cuestión semántica, de nombres. Voy a ampliar lo que escribía en aquella ocasión dejando claro que no se trata más que de una opinión, la mía.
Si frecuentamos alguna parroquia podemos comprober cuál es el papel de las mujeres en ella: Son lectoras, catequistas, dirigen los roperos, Cáritas y Manos Unidas, visitan a los enfermos, cuidan los ornamentos litúrgicos y las flores, limpian el templo e integran la coral cuando ésta existe. Si fuéramos justos sería más apropiado preguntarnos por el papel de los hombres en la Iglesia.
Soy consciente de que lo que piden algunos y algunas es la participación de las mujeres en los órganos de decisión. Poco puedo decir acerca de ello. Únicamente recordar que Nuestro Señor Jesucristo dijo "el que quiera ser el primero entre vosotros que sea el servidor de todos" (Mc 10,44), y que san Lucas recuerda como las mujeres que seguían a Jesús "les servían con sus bienes" (Lc 8,3). Las mujeres ocupan un lugar importante en los Evangelios, por no hablar de María, la Madre de Jesús.
Pero yo me estoy refiriendo a algo actual. Durante el pontificado del papa Francisco se había insistido en la constitución de los órganos colectivos de participación que son las Comisiones de Pastoral, diocesanas y sobre todo parroquiales. El día en el que esas Comisiones se constituyan estarán formadas sobre todo por mujeres. Obviamente tendrán una capacidad decisoria importante; de ahí saldrán las grandes y pequeñas iniciativas de evangelización, la participación litúrgica y tantas actividades parroquiales.
Realmente es difícil saber porqué no se impulsan esos órganos colectivos de participación y dirección parroquial. Es clericalismo y pereza esperar a que llegue el sacerdote para que lo organice todo. En los centros docentes, por ejemplo, existen las Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos (AMPAs); hay múltiples asociaciones de todo tipo que se autorganizan a sí mismas y hacen una labor eficiente. ¿Por qué no en la Iglesia si las mujeres ya están ahí dispuestas a servir? Recordemos cómo el principio de subsidiariedad pertenece a la Doctrina Social de la Iglesia.
La labor de la Jerarquía sería la de impulso, confirmación y la más alta dirección en todos esos ámbitos. En algunos continentes -Africa, América- ya se hace: laicos y laicas que cuentan con la misión y el beneplácito de la Jerarquía para impulsar y mantener comunidades cristianas, ¿por qué aquí no?
Juan Ignacio Encabo Balbín