La palabra metafórica

 

El profesor italiano Ernesto Grassi (1902-1991), discípulo de Heidegger, aprovechará el lenguaje metafórico, para desarrollar en este trabajo que ahora presentamos un buen resumen de las posiciones anti metafísicas tradicionales de su maestro.

A su vez, intentará explicar, también metafóricamente, el intento de retorno heideggeriano a la distinción entre ser y ente: “la tesis heideggeriana de la diferencia ontológica entre Ser y ente implica así la función desveladora del lenguaje no racional” (12). Es interesante, lo que Lo que añadirá páginas después: “Aristóteles insiste en el hecho de que la metáfora presupone algo común, y que es precisamente mediante el descubrimiento de esta koinonía como se logra descubrir, desvelar, lo anticuado, lo nuevo, pero, por lo que hemos dicho anteriormente, la traslación originaria es la metáfora, que corresponde a la interpelación del Ser como se revela en la situación del aquí y del ahora, esto es, la palabra como traslación histórica existencial” (27).

Verdaderamente, las metáforas, al igual que las parábolas, han sido muy importantes a lo largo de la historia tanto para la transmisión de la fe cristiana, como también de la filosofía, y de la propia sabiduría humana, puesto que el misterio y la profundidad y riqueza de la verdad muchas veces requerirán para expresarse de imágenes sugerentes y de audaces comparaciones.

Es más, las metáforas son muy necesarias para el acercamiento y la comprensión del misterio cristiano: Jesús las usó en su predicación y todos los comunicadores de la fe le han imitado. Asimismo, romperá una lanza el trabajo que ahora presentamos a favor de la poesía. Verdaderamente “la poesía, nos dirá el autor, obtiene una legitimación sólo si expresa la verdad con un discurso no racional, metafórico, y la metáfora es admitida como otro modo de manifestar la verdad. Este otro modo es el envoltorio exterior, la corteza, el integumentum, detrás del cual se esconde la verdad” (7).

Tomando pie de los clásicos, por ejemplo, de Petrarca, nos explicará Grassi que es preciso que cuando el poeta se dispone a escribir haya fundado previamente los más solidos cimientos de la verdad. Y en seguida añadirá, con palabras del poeta: “la metáfora, el velo poético, es necesario para que el cortante filo de la verdad no hiera el ojo; es la nube la que suaviza las aristas del objeto, y así atrae al observador”. Y con nuevas palabras de Petrarca completa la definición: “la poesía se torna más dulce por el hecho de que, cuanto más laboriosa resulta la búsqueda de la verdad, más y más dulce la hace su descubrimiento”.

Se trata de unas lecciones pronunciadas en tierras de Reggio Emilia y en Bolonia y que tomaron forma en la fecha clave de 1987, a partir de la cual se produce el viraje del propio Grassi desde la retórica hasta la poesía, para lo cual nada más acertado que las referencias al maestro medieval Eckhart y al Romántico Novalis, ambos separados por siglos de pensamientos, pero entroncados por una sensibilidad tan profunda como imperecedera.

José Carlos Martin de la Hoz

Ernesto Grassi, La preeminencia de la palabra metafórica. Heiddegger, Maestro Eckhart, Novalis, ediciones siglo XXI, 124 pp.