La pastoral según Francisco

 

Volvemos al libro sobre la Vida y recuerdos del papa Francisco, preguntándonos qué idea tiene el pontífice sobre la labor pastoral de la Iglesia: Esta se podría resumir en tres palabras: Cercanía, escucha y vela.

Tradicionalmente se ha definido a la Iglesia como una sociedad jerárquica, pero el Concilio Vaticano la denomina Pueblo de Dios; un pueblo significa unidad e igualdad en una diversidad de circunstancias; el papa utiliza esa idea para sugerir que la Iglesia debe volcarse con las clases populares (pág.103): "Ante todo soy cura -dirá-, soy pastor y los pastores tienen que estar con la gente, hablar con ella, dialogar, escuchar, apoyarla y velar por ella" (pág.252).

Fabio Marchese cuenta como, durante la dictadura militar, siendo Bergoglio superior de los jesuitas de Argentina, ocultó, cuidó y facilitó la salida del país de aquellos curas y seminaristas que estaban siendo buscados por los militares (pás.103-108); años más tarde, ya como Arzobispo de Buenos Aires, afirma que "trataba de estar lo menos lejos posible de mi rebaño y solo dejaba Argentina cuando tenía un compromiso improrrogable. Después de todo mi misión era permanecer al lado del pueblo y velar por él" (pág.182).

"Siempre he considerado fundamental que el pastor esté en medio de las ovejas" -insistía- (pág.163), por lo que ahora, como Obispo en la metrópolis argentina, sentía la necesidad de llevar la palabra y el consuelo de Cristo a las familias más necesitadas de las villas-miseria" (pág.162), y no dudaba en entrar en ellas para tomar un mate o visitar a un enfermo "siguiendo -opina- el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura" (pág.244).

Francisco distingue entre supervisar, vigilar y velar: "Supervisar y vigilar remiten a cierta necesidad de control, en tanto que velar nos habla de esperanza, la esperanza del Padre misericordioso que vela por el progreso de los corazones de sus hijos" (pág.178). Más adelante se expresará de una forma más rotunda: "Creo que hoy en día es fundamental abandonar la rigidez del pasado, alejarse de una Iglesia que señala y condena, acercándonos al pueblo, desprendernos de los encajes, puntillas y oropeles y concentrarnos en el mensaje cristiano de misericordia y cercanía" (pág.257).

Explica el pontífice como, en las ocasiones en las que no se pueda hacer nada por el hermano que está sufriendo, lo que procede es escucharle: "Escuchar al otro -explica el pontífice- es detenerse un poco en su vida, en su corazón, y no pasar de largo como si no nos interesara, (...). Cuántos problemas se resolverían en la vida si aprendiéramos a escuchar ..., como cambiarían las cosas en las familias, en el trabajo, en el barrio, en nuestra patria" (pág.193).

En 2001 Argentina se vió inmersa en una profunda crisis económica, que afectó a casi toda su población, Bergoglio organizó una peregrinación al santuario de Nuestra Señora de Luján, patrona de la Argentina: "Te pedimos -rezaba Bergoglio a la Virgen Santísima- que nos enseñes a estar callados para acoger a aquellos que necesitan contarnos su vida, a menudo cargada de dolor ..." (pág.194).

Durante la crisis, Caritas de Argentina promovió "una mesa de diálogo para poner en contacto a los líderes civiles y religiosos, a fin de encontrar entre todos una solución en bien del pueblo" (pág.191). También denota el carácter dialogante de Bergoglio, el hecho de que todas las semanas acudía a la televisión de la Archidiócesis para un diálogo con un pastor protestante y un rabino judío, ambos de gran talla intelectual" (págs.205-206).

Cuenta el pontífice como, después del Concilio, "se vislumbró un intento de transformar a los curas en una especie de funcionarios, de asistentes sociales, con una relevancia exclusivamente política y no espiritual" (pág.254); Bergolio ve en esta actitud una manifestación de clericalismo, que aparta a los fieles de la Iglesia: "En lugar de apoyar a los laicos los destruye -opina-, al ejercer poder sobre ellos" (pág.255); su sueño, por el contrario, es el de "una Iglesia moderada, humilde y servicial, sensible, cercana y compasiva" (pág.253).

Afirma Francisco como, mientras era Arzobispo de Buenos Aires,  intentaba viajar poco a Roma: "He de admitir -dice- que yo trataba de ir lo menos posible al Vaticano. Sinceramente, prefería estar con mi gente, entre otras cosas porque no me veía a gusto viendo la pompa de esos palacios" (pág.208); en consecuencia, cuando fue elegido pontífice rechazó vivir en los apartamentos papales: "El palacio Apostólico me pareció demasiado exagerado para mí, para sentirme bien necesito estar entre la gente, así que la solución ideal fue Santa Marta" (pág.222).

En conclusión, tenemos un papa que desea ante todo ser pastor. Un hombre sensible, cuyos valores: Cercanía, escucha y vela, son plenamente evangélicos. Es fácil juzgarle superficialmente, pero la lectura de su Vida y sus recuerdos puede ayudarnos a comprenderle mejor.

Juan Ignacio Encabo Balbín

Francisco, papa, Vida. Mi historia a través de la Historia, HarperCollins, 2024.