La recepción del principio de libertad religiosa

 

La reedición de las crónicas periodistas (1966), del entonces joven periodista, José Jiménez Lozano (1930-2020) sobre el desarrollo del Concilio Vaticano II (1963-1966) y, en especial, del ambiente en el que se aprobaron los diversos documentos, especialmente el Decreto “Dignitatis humanae” sobre la libertad religiosa, pone sobre el tapete la grandeza de contenidos que el Espíritu Santo promovió e impulsó en aquellos pocos años.

 A la vez, a lo largo de las páginas del libro y, por tanto, de los artículos de prensa, aparecen a modo de crónica fiel y con toda crudeza las dos hermenéuticas que inmediatamente, entraron en juego, para recibir los documentos y aplicarlos a la vida de la Iglesia, según se iban emanando: la primera, la oficial, la de la continuidad con la Tradición y, por tanto, la de la inmensa riqueza de una fe límpida, divina, rejuvenecida y ahondada que se presentaba como una gran esperanza y una verdadera primavera para la Iglesia universal.

Asimismo, Jiménez Lozano muestra en esas crónicas la terrible y demoledora hermenéutica de la ruptura, desde la cual algunos pretendieron presentar una Iglesia distinta que autodestruyera a la anterior, llena de vacilaciones, problematizada que causaba inmediatamente la desazón, la defección de parte del clero y de los religiosos y el escándalo en otros ambientes.

Indudablemente, José Jiménez Lozano, se convirtió en algunos ambientes universitarios, culturales y religiosos en un adalid de un modo distinto de presentar la fe católica, pero dentro de la ortodoxia, en permanentes diálogos con otros cristianos e incluso con los ateos y agnósticos, puesto que la dignidad de la persona humana podía presentarse como puente de unión entre la Iglesia y el mundo (109).

Asimismo, Jiménez Lozano se sumó a los intelectuales españoles que propiciaron el dialogo con el mundo, la exposición más razonada y humilde de la fe, como tesoro recibido de Dios que debe ofrecerse a los hombres sin imponerlo, es decir, respetando siempre la libertad de las conciencias (105), promoviendo una educación en la fe sin adoctrinamiento (101).

Precisamente, pocos años después irrumpirá en España, coincidiendo con la transición, una ola de secularización que aceleraría aquellos cambios y que llevaría la moral católica a la conciencia personal y a la personal responsabilidad de la formación, pues la autoridad pública se desentendería de la orientación moral de los grandes campos sociales, económicos y culturales (103).

Como afirmará san Juan Pablo II en la plaza de Colón en el 2003: “se puede ser moderno y ser profundamente fiel Jesucristo”. Es decir, cada cristiano deberá buscar la síntesis de fe y razón y convertirse en un punto de luz para su familia, sus amigos y sus compañeros de profesión. La nueva cultura del siglo XXI será cristiana si los cristianos llevamos al núcleo de nuestra sociedad nuestra fe y la mostramos con atractivo (192).

José Carlos Martin de la Hoz

José Jiménez Lozano, Meditación española sobre la libertad religiosa, ediciones Encuentro, Madrid 2020, 193 pp.