La religión yuxtapuesta

 

Hace muchos años que los trabajos del profesor Pedro Borges acerca de la evangelización de los inmensos territorios de América de Norte a Sur, a lo largo del siglo XVI, y de su concepto de la religión yuxtapuesta, como generalización de la idolatría subterránea, están claramente superados.

Es cierto, que, en la actualidad, más bien, se suele destacarse el gran esfuerzo que realizaron aquellos primeros misioneros, para conocer a fondo la realidad cultural, antropológica y jurídica, que encerraban las lenguas indígenas, a fin de poder traducir y entender a los nuevos catecúmenos.

Que existían, en algunos núcleos o lugares de indios, sobre todo en los recientemente evangelizados, restos de idolatría y superstición, es un hecho perfectamente compatible con una religiosidad sincera y confiada en las manos de Dios, como se puede percibir hoy día en la mayor parte de las tierras de América.

En el trabajo presentamos acerca de la primera evangelización del Perú, en el siglo XVI, realizado por la profesora Esperanza López Parada, titular de la Universidad complutense de Madrid, se peca fácilmente de generalizaciones pesimistas y poco fundadas, aunque parezca abordar su trabajo con un gran manejo de una enorme masa documental.

El análisis de una lenta asimilación de la fe y sobre todo la coherencia de fe y vida, no es asimilable a una manera general de hablar de: “la contumacia indígena, capaz de rezar delante de las cenizas de los ídolos quemados, adopta numerosas maneras de engaño, miles de disfraces en la repetición de antiguallas y gentilidades y, lo que es aún peor para los extirpadores, la laxitud de una fe que les permite moverse de un credo a otro, de la doctrina nueva al oscuro paganismo” (157).

Desde luego la confesión sacramental de los indígenas, como sucede en la actualidad en muchos poblados, se enfrenta a los hábitos de vida, debilidades y fragilidades del ser humano, más que a una cuestión de descriptación: “estamos entonces ante una compleja retórica de la fe, una argumentación del espíritu, tan sutil como sibilina, que distingue todo el abanico entre los recursos de la admonición y la imposición del castigo, entre el consejo y la condena” (168).

Precisamente, las actas de los primeros sínodos que se celebraron en Lima después del concilio de Trento, como es de esperar hablan de la práctica habitual de la Iglesia desde el comienzo del cristianismo: comprensión del confesor, facilitar el examen de conciencia, dedicación de tiempo y paternidad con cada uno de los penitentes, más que técnicas de dominio de las conciencias o de adoctrinamiento, como afirma la autora de este trabajo (170). Por tanto el estudio de la extirpación de la idolatría en América fue unido de la mano con la paciencia desarrollada por los confesores a lo largo de los siglos para fortalecer, con la gracia de Dios, la fe de aquellos cristianos.

José Carlos Martín de la Hoz

Esperanza López Parada, El botón de seda negra: traducción religiosa y cultura material en las Indias, ediciones Iberoamericana-Vervuert, Madrid 2018, 427 pp.