El papa Francisco continúa implacable, como parte de su programa de gobierno inspirado por el Espíritu Santo, tocando todos los temas de particular interés en aras a una verdadera y profunda renovación de la Iglesia católica con la ilusión de lanzarla a una movilización apostólica y a una más importante influencia espiritual en el mundo entero.
Es indudable que la historia es realmente maestra de vida y como tal debe ser investigada, estudiada y escuchada con afán de aprender las innumerables enseñanzas que debe trasmitirnos a nosotros y, por supuesto también, a las siguientes generaciones.
Para ello, es fundamental que la Historia y las disciplinas históricas en general sean asumidas en los planes de formación, catequesis a todos los niveles y a una importante y capilar publicación de textos en papel y en digital que lleguen a todos los católicos y a todos los hombres de buena voluntad y sea estudiada con rigor, sabiendo exponer las coordinadas espacio temporales de cada época que estemos tratando y mediante una criba rigurosa de la documentación y, finalmente, con una correcta antropología que se haga cargo de las circunstancias que concurrieron.
Asimismo, y estop lo señala con vehemencia el papa Francisco, debemos ser lo más objetivos posible sin caer en anacronismos: interpretar los hechos pasado con la mentalidad actual sino utilizar la hermenéutica adecuada. De ese mofo hay que evitar los prejuicios (juicios a priori) como los falsos buenismos que no nos ayudarían a descubrir las raíces de los problemas para poder extraer las lecciones de la historia.
Es indudable que, en este campo de la historia, hay una gran diferencia entre la sabiduría y la erudición. La primera es un don del Espíritu Santo, de los más apreciados, como el don del discernimiento, que fruto del estudio, de la contemplación de los asuntos sabe llegar al fondo de las cuestiones.
No basta con acumular datos, fechas, papeles. Hace falta serenar el ánimo, meterse en la mentalidad de la época, las corrientes de pensamiento, las decisiones magisteriales precedentes y, sobre todo, el “sensus fidelium” para que, con la ayuda del Espíritu Santo apuntar una línea de interpretación que los fondos documentales vayan avalando.
Finalmente, el Santo Padre anima a los historiadores a convivir y dialogar más a intercambiar puntos de vista y a revisar la documentación pertinente con objetividad y deseos de acercarse lo más realmente posible a las acciones pastorales que se fueron tomando buscando el bien de las almas y su salvación eterna. A la vez, no se puede ocultar los errores de los hombres y las incoherencias de fe y vida que en muchas ocasiones ocasionaron desconfianzas en la Iglesia.
José Carlos Martín de la Hoz
Papa Francisco, Carta sobre la renovación del estudio de la historia de la Iglesia, Roma 21 de noviembre de 2024.