El filósofo Eagleton es sin duda uno de
los autores actuales más traducidos a la lengua castellana en estos años. En
esta ocasión ediciones Trotta nos permite con mayor facilidad acceder a un
ensayo lúcido acerca de la tragedia en la literatura y en el pensamiento
actual.


La
cuestión no es baladí, puesto que el problema del mal y del dolor siguen siendo
una cuestión muy debatida en la actualidad. Su reflejo en el pensamiento, en el
cine y en la literaratura muestran un
hecho: "la tragedia para Schiller demuestra la preponderancia de lo
suprasensible sobre lo sensible"(p.65) .


Es
claro, en opinión de Eagleton que: "El sacrificio no consiste en abandonar lo
que consideramos inservible, sino en entregar libremente lo que amamos en
beneficio de los demás"(p.68).


Resulta,
por tanto, interesante en los análisis del filósofo inglés las constantes
referencias al mundo espiritual, una veces implícitas como esta: "El
proletariado podrá fallar, la providencia no" (p.73). Otras, explícita: "La
creencia en el valor de lo ordinario es una temprana invención cristiana" (p.74)


Aunque
el desarrollo del pecado en Eagleton sea
teológicamente débil, no deja de tener importancia que haya concluido: "Kierkegaard
describe en la enfermedad mortal que el cristianismo establece el pecado con
tanta firmeza que parece imposible borrarlo, y eso es precisamente lo que
quiere hacer"(p.74).


Efectivamente,
a nuestra sociedad que busca la felicidad en los bienes materiales, en la
felicidad a corto plazo, le hace Eagleton una recomendación hacia los bienes
eternos, en concreto la espiriualidad: "Abandona lo seguro por lo que es más
seguro" (p.81).


En
el debate que sostiene Eagleton a lo largo de su obra con Steiner, no deja de
recomendarle: "Sin duda Steiner es tan escéptico respecto al Dios de las
Escrituras como lo fueron Hume y Voltaire, pero el espíritu de la religión ha
de salvarse como baluarte contra una Modernidad sin fe"(p.83).


Finalmente,
Eagleton hace un llamamiento a la profundidad del pensamiento filosófico a favor
de abandonar el pensamiento débil y conformista: "el realismo, en nuestro
mundo, implica radicalismo, no pragmatismo. Solo si reconocemos lo apurada que
es nuestra situación, nos sentiremos impulsados a repararla"(p.99).


Las
referencias a Dios creador, providente, que crea el mundo por amor e invita al
hombre a la relación con Él está poco desarrollada en nuestro autor, aunque
algo se va aproximando: "El mundo es un don, no un hado. Tiene su fuente en la
libertad, no es la
compulsión. Como el artista y su producción, Dios moldeó el
mundo por diversión, como un vistazo confirmaría sin duda" (p.178).


Vale
la pena leer este trabajo para conocer parte del debate actual y plantear
respuestas desde la perspectiva cristiana, en un diálogo que será siempre fecundo
porque la Iglesia
es no sólo poseedora del tesoro de la Revelación de Cristo sino también experta en
humanidad


 


 


 


José Carlos Martín de la Hoz


 


 


T.
EAGLETON, Dulce violencia. La idea de lo trágico, ed. Trotta, Madrid 2011