La verdad es bella

 

El papa Benedicto XVI, al concluir unos días de retiro espiritual predicados por cardenal Ravasi, el entonces presidente del pontificio consejo para la cultura, al papa y a la curia en febrero del año 2013, afirmaba el propio Benedicto respecto a la Palabra de Dios y al Evangelio que había meditado magníficamente expuesto durante esos días: “La verdad es bella. Verdad y belleza se dan la mano: la belleza es el sello de la verdad” (11).

Efectivamente, pocos días después el Pontífice se retiraba, como es sabido, del ejercicio del ministerio petrino, como afirmaba, marchando al monte a orar, tal y como hacía con frecuencia Jesús, es decir, dedicaría su vida a una oración intensa. No abandonaba la Iglesia, por supuesto, solo que, desde entonces, la servía mediante la oración y la contemplación.

Evidentemente, en la predicación y en el magisterio del Pontífice había estado presente la importancia de la oración y la contemplación, baste recordar que el nombre de san Benito, Patrono de Europa y fundador de Montecasino había estado presente y había también catalizado su concepto de nueva evangelización (21).

Las ciudadelas de Dios como llamaba san Benito a esas casas, eran objeto de oración y esfuerzo para los nuevos quehaceres del papa emérito, una particular e importante figura en un pontificado complejo como hemos vivido.

Es interesante el esfuerzo del profesor Blanco por continuar su investigación a través de la historia para mostrar cómo Cluny, San Bernardo y el Cister, por poner ejemplos concretos e históricos, y tantos otros renovados impulsos de la vida monástica han contribuido a reformar Europa, pues los grandes reformadores han sido siempre y lo seguirán siendo los santos y esos monasterios han sido siempre escuelas de santidad y globalizadores de la caridad (44).

Particular atención pondrá nuestro autor al tratar acerca de la figura benedictina de santa Hildegarda de Bingen pues, además de haber sido canonizada y elevada a doctora de la Iglesia por Benedicto XVI por sus importantes contribuciones a la espiritualidad sacerdotal, además, poseía una carga mística de enorme importancia, también para nuestro tiempo (50).

En la segunda parte del trabajo nuestro autor se detendrá en la meditación de la Sagrada Escritura (73) pues sin esto no se entenderían ni los volúmenes de Jesús de Nazaret ni gran parte de la teología de Ratzinger/Benedicto XVI.

Asimismo, abordará sintéticamente la armonía que hay para Benedicto entre Sagrada Escritura y Tradición (87): “Una exégesis que ya no vive ni lee la Biblia en el cuerpo viviente de la Iglesia se convierte en arqueología: los muertos entierran a sus muertos” (108). Finalmente, dedicará muchas páginas a la vida de contemplación a través de la liturgia (119) y, especialmente, de la celebración pausada de la santa misa (151).

José Carlos Martin de la Hoz

Pablo Blanco Sarto, Subo al monte a orar. La contemplación en el pensamiento de Benedicto XVI, ediciones cristiandad, Madrid 2021, 254 pp.