Las metáforas del Maestro Eckhart

 

En el interesante trabajo del profesor italiano Ernesto Grassi (1902-1991), discípulo de Heidegger acerca del lenguaje metafórico, después de estudiar la fundamentación de la crítica de su maestro a la metafísica tradicional, se dedicará a ahondar todavía más en el lenguaje metafórico, a través del estudio de la figura de un místico.

En este caso, ha escogido para este interesante y comprensible experimento, al Maestro Eckhart (1260-1328), fundador de la Escuela Renana de espiritualidad que alcanzó su cenit en el siglo XV con la obra de Tomás de Kempis, La imitación de Cristo, y con autores de la talla de Ruysbroeck, Groote y Enrique Susón.

En efecto, el profesor italiano se centrará en buscar en la teología mística del maestro Eckhart, la precisión del lenguaje místico, el uso de las metáforas, los modos de explicar el ascenso del alma a Dios y sobre todo el viaje capital del alma de interiorización al centro del alma, en el que tiene lugar el encuentro con Dios y el desarrollo de la verdadera mística. Así espera desarrollar aún más sus interesantes hipótesis de trabajo.

Efectivamente, es bien conocida la obra de Eckhart, El fruto de la nada, donde desarrolla lo más importante de su teología espiritual y también en donde ha suscitado mayor polémica, pues algunos han creído encontrar en ella restos de panteísmo, lo que la Congregación para la Doctrina de la fe en un documento de 1992, se ha encargado definitivamente de aclarar.

Como es sabido, el maestro Eckhart insiste en ese trabajo y en muchas de sus homilías, en la importancia de la virtud de la humildad, pues cuando el alma se abandona, se vacía de su yo y pone absolutamente toda su confianza en Dios, entonces, el fruto de esa nada, será la inhabitación de Dios en el centro del alma, lo que unido a la gracia corresponde a la santidad.

Lógicamente, Eckhart para hablar de fenómenos místicos, requiere utilizar un lenguaje aproximativo, pues la acción del Espíritu Santo en el alma es indeleble y misteriosa, pues como recoge Grassi del maestro: “de ninguna cosa sabe el alma tan poco, como de su misma” (35). Y enseguida añadirá el maestro: “Apártate de todas las cosas y retírate al Ser, pues lo que está fuera del Ser es una casualidad, y todas las causalidades fundan un porqué” (36).

Es interesante, por ejemplo, el uso del fin último la escolástica primigenia definía como “aquél que se quiere de modo absoluto y en razón del cual se quiere todo lo demás”. En efecto, el maestro Eckhart lo aplicará a la vida práctica para enseñar a sus discípulos a purificar la intención. Así lo recoge Grassi de un sermón del maestro: “la naturaleza no desearía ni la comida, ni la bebida, ni la ropa, ni el alojamiento, no desearía nada de ninguna cosa, si no hubiera algo de Dios ahí, y en secreto busca y se esfuerza continuamente por encontrar a Dios ahí” (38). Es más, añade Eckhart: “debemos desvelar la realidad con similitudes, no siendo lo Abismal ni esto ni aquello” (39).

José Carlos Martin de la Hoz

Ernesto Grassi, La preeminencia de la palabra metafórica. Heiddegger, Maestro Eckhart, Novalis, ediciones siglo XXI, 124 pp.