El historiador y Académico francés, André Vauchez, especialista en historia Medieval ha concluido recientemente uno de sus trabajos más esperados y elaborados: la biografía más documentada y profunda realizada hasta la fecha sobre Santa Catalina de Siena (1347-1380).

Efectivamente, desde que el confesor de la santa, el dominico Raimundo de Capua, redactara la Legenda Maior en 1395, para divulgar la vida santa de Santa Catalina de Siena, (legenda maior, significaba la biografía extensa que debía ser leída), ella se ha ido convirtiendo cada vez más en modelo e intercesora universal del entero pueblo de Dios (117, 141).

La Santa de Siena ocupa un lugar privilegiado, por muchos motivos, en la historia política y religiosa del siglo XIV. En primer lugar, fue fundadora de una fraternidad espiritual compuesta en su mayoría de laicos, en la que reinaba un intenso clima de oración, frecuencia de sacramentos, meditación de la Palabra de Dios y desarrollo de las obras de misericordia corporales y espirituales y dotada por la autoridad eclesiástica, de varios confesores a sus órdenes (191) que propició además la renovación de los dominicos y de las órdenes terciarias dominicanas.

Asimismo, desarrolló una intensa acción como diplomática y mediadora en diversos conflictos civiles y políticos, con asombrosos resultados, por su carácter, capacidad y afabilidad.

Finalmente, fue una decidida y enérgica impulsora de la unidad de la Iglesia y muy activa agente en la tarea de lograr convencer al papa Gregorio XI para que abandonara el destierro de Aviñón y regresara  la Ciudad eterna en 1378.

Asimismo, trabajó hasta su muerte en el fortalecimiento del pontificado del Papa Urbano VI (1378-1389), ya elegido en Roma pero controvertido y atacado hasta el extremo de que surgió un antipapa, Clemente VII, que se instaló en Aviñón.

Toda esta actividad es nada comparada con la profunda actividad interior de la santa, pues con el paso del tiempo, el estudio de  sus escritos y de los testimonios recogidos en el proceso de canonización, hicieron que fuera canonizada en 1461 y nombrada doctora de la Iglesia universal en 1970.

Finalmente, uno de los elementos más importantes de esa biografía documentada es el desarrollo de la vida mística de santa Catalina. “De hecho, fue el amor de Catalina por Cristo el origen de su celo por la reforma de la Iglesia y de la sociedad de su tiempo, y no es posible separar esos dos aspectos de su personalidad sin correr el riesgo de soslayar lo esencial” (112). Enseguida, viene su amor por la Iglesia: “Sufro por no encontrar a nadie que sirva a la Iglesia; más bien parece que todos la hayan abandonado. ¡Pero yo voy a remediarlo!” (114) Es más, nos dirá Vauchez: “la vida en Cristo consiste en estar unida físicamente a Jesús crucificado y a sus heridas” 8190)

José Carlos Martín de la Hoz

André Vauchez, Catalina de Siena, ed. Herder, Barcelona 2017, 253 pp.