Libertad de las conciencias

 

El trabajo del profesor Alvear Téllez que ahora presentamos es el resultado sintético de una tesis doctoral de una gran envergadura y profundidad, acerca de una materia, la libertad de conciencia que, aunque haya ha dejado de discutirse en los tratados del positivismo jurídico y se ha dado ya por asentada y asumida, sigue siendo actual.

Precisamente nuestro autor muestra, claramente, que queda mucho por debatir y por reflexionar serenamente sobre la cuestión, puesto que adolece de una fundamentación sólida jurídica, metafísica, antropológica, filosófica y teológica, habitualmente se deprecien esas ópticas.

Efectivamente, como recordaba san Juan Pablo II en una de las encíclicas más lúcidas de su pontificado, Veritatis splendor (1993), existen los absolutos morales y no es precisamente el hombre quien establece lalos fundamentos del bien y de la moralidad de nuestras acciones, sino el creador y redentor.

Es ya clásica la distinción que tantas veces estableciera san Josemaría acerca de la libertad de conciencia y la libertad de las conciencias y que el historiador Gonzalo Redondo aplicara a historia desde la ilustración hasta nuestros días.

En efecto la libertad de las conciencias es clave para entender el principio de libertad religiosa por el que nadie puede ser obligado a actuar contra su conciencia ni se debe impedir el ejercicio de la propia fe, incluso en público con el debido respeto a la libertad de nuestros conciudadanos (21).

Efectivamente, la libertad de conciencia proclamada por Lutero, Calvino y sus congéneres respecto al magisterio de la Iglesia afecta al núcleo de la salvación, pues deja al hombre a solas y solo con la Escritura. Pero ni es el hombre quien decido lo que se debe creer o no, sino que el hombre es libre de creer o no; es decir de aceptar la invitación divina de la revelación o rechazarla, pero no es libre para inventarla y pretender imponerla a los demás.

El hombre no es más libre cuando rechaza a Dios, sino que se esclaviza. Como hemos visto la proclamación de la muerte de Dios llevó enseguida a la muerte del propio hombre como hemos visto en las dos guerras mundiales y en la banalidad del mal en el holocausto judío.

Evidentemente somos los hombres quienes tenemos derechos y deberes y responsabilidades, no el error. Precisamente el hombre es responsable una vez que existe la revelación divina sobre Dios, el hombre y la naturaleza para buscar la verdad y abrazarla.

Desde el diccionario de Bayle la opresión y la intolerancia sobre la Iglesia es manifiesta (56), pues al sostener que existe la verdad y la obligación del hombre para buscarla, ha sido acusada de intolerante opresora e indigna  de tolerancia y se ha proclamado el odio y la destrucción de quien fuera la base de la civilización occidental (62).

José Carlos Martin de la Hoz

Julio Alvear Téllez, La libertad moderna de conciencia y de religión. El problema de su fundamento, ediciones Marcial Pons, Madrid 2013, 336 pp.