Libros que dejan huella



Si leemos unos cuantos libros al año,
sabemos que hay libros buenos y malos. Esta simplista clasificación la
podríamos alargar hasta el infinito: hay libros bien escritos pero que
no dicen casi nada; los hay de gran interés documental pero
insoportables en su escritura. Otros brillantes en la forma y escabrosos en el
fondo. Pero a veces el lector se queda con una nota, indescifrable,
difícil de comunicar, pero inequívoca: este libro me ha tocado en
el fondo del alma. O, por el contrario, este libro es intrascendente. Y, en
medio, infinitos matices.


 


Me hablaron hace poco de un título y dije
que no lo había leído. Me advirtió mi interlocutor que yo había
escrito una reseña en la ficha correspondiente del Club del Lector. No
salía de mi asombro y fui, incrédulo, a comprobarlo. No
cabía ninguna duda, yo había escrito un comentario como quien conoce
bien el contenido. Pero no me acordaba de nada. Releyendo la sinopsis y mi
propia reseña, fui recordando algo. Sin duda no me había influido
demasiado en su momento.


 


Hay obras que leí hace muchos años
y que no he olvidado nunca. Recuerdo el momento en que lo tuve en mis manos, la
edad aproximada que yo tenía, las circunstancias. A veces acierto hasta
el año exacto. No deja de ser interesante pararse a pensar qué
fue lo que produjo ese efecto. Y no siempre fue la calidad literaria, aunque deberíamos
admitir que una cierta técnica en la forma es necesaria.


 


Hay libros indelebles. Pueden influir hasta para
configurar una vida, un modo de pensar. Aquellos de los que uno saca notas
útiles para citar. Aquellos que el lector quisiera tener siempre en la
estantería, aunque luego pocas veces releemos. Aquellos que recomendamos
con pasión, con total seguridad. “Cómo, ¿no has
leído este libro?”. Y ponemos todo el empeño en contagiar.


 


No es fácil hacer una revisión en
la memoria, pero sí en mi ficha de lector del CDL. Y mirando, mirando,
me doy cuenta de que cambiaría una calificación que hice hace
unos años. Entre tres y dos estrellas hay muchos matices, y hay títulos
a los que restaría un punto considerándolos pasado el tiempo.
Qué duda cabe que el hecho de leer muchos libros ayuda a poner a los
demás en su sitio. Se puede comparar cuando hay término de
comparación. Nadie que ha leído tres libros puede decir que uno
de ellos es lo mejor que se ha escrito.


 


Por eso creo que no debemos preocuparnos
demasiado por la fama que tenga un libro recién salido. La calidad no la
da el marketing. Los libros son buenos cuando dejan poso. Ahora, pasados
más de 7 años de CDL es más fácil comprobar la
estela que deja un título. Porque, a diferencia de las demás webs
de libros, que están normalmente para vender, en esta queremos quedarnos
con lo mejor. Un libro que no tiene ni un comentario de nuestros lectores, casi
siempre es intrascendente.


 


Pero hay obras que causan impacto. Dejan huella.
Y quizá la manifestación más clara es que no nos
conformamos fácilmente con que nuestros amigos no lo lean. Cuando una
persona muy lectora me dice: “¿No has leído este libro?,
pues no te lo pierdas”. Casi nunca dudo en hacerle un hueco en mi
apretada agenda.


 


 


Ángel Cabrero Ugarte