Se cumple este año el centenario del comienzo del genocidio de los armenios por parte de los turcos. Simbólicamente se conmemoran anualmente aquellos hechos el 24 de abril, porque ese día de 1915 se iniciaron las detenciones y asesinatos a gran escala. Me da la impresión de que se pasará de puntillas sobre el centenario de aquellos terribles acontecimientos que, además, ya habían tenido una primera fase a finales del siglo XIX, si nos ceñimos solo a la historia reciente. Quizá no sea políticamente correcto molestar a Turquía, pero los hechos son los hechos, se reconozcan o no. Pienso que la grandeza de los pueblos, como la de las personas y la de las instituciones, se manifiesta tanto cuando se muestra lo positivo de su pasado como cuando se reconocen los errores y se pide perdón. No se trata de culpar a las generaciones posteriores de lo que hicieron sus antepasados, sino de honrar, en este caso, la memoria de un millón y medio de víctimas, entre asesinados, encarcelados, deportados y fallecidos por enfermedad o inanición, y recordarlas para que no se repitan atrocidades como aquella.

Sugiero leer Los cuarenta días del Musa Dagh, la extraordinaria novela de Franz Werfel sobre aquellos atroces sucesos, una epopeya magníficamente ambientada y escrita, todo un homenaje a los armenios. También son interesantes, por añadir otras sugerencias, El árbol armenio y El testamento armenio del barcelonés G. H. Guarch, buen conocedor de aquellos acontecimientos y de la historia y las costumbres del primer pueblo que se convirtió en masa al cristianismo a principios del siglo IV.

Luis Ramoneda