Los orígenes del arrianismo

 

El poeta, teólogo y escritor inglés Rowan Williams (1950), arzobispo emérito anglicano de Canterbury (2002-2012), es también un consumado historiador de la teología, como se puede colegir de la lectura de su extenso trabajo de investigación sobre el presbítero alejandrino Arrio (256-366), el hereje más importante de toda la historia, redactado hace ya unos años, pero que conserva plena actualidad, y en el que deseamos detenernos, aunque sea brevemente.

En primer lugar, nuestro autor, después de recordar brevemente a los grandes autores que se han ocupado frecuentemente de la cuestión y, sobre todo, de las últimas aportaciones bibliográficas interesantes publicadas sobre la cuestión, se entretiene en cuestiones de cronología y situación del problema en las coordenadas del espacio, de la cultura y de la cronología.

La aportación más importante de esta interesante y pormenorizada investigación de la controversia arriana que arranca en Alejandría y que tendrá su expresión final en el Concilio de Nicea del 325 año es una nueva versión del pensamiento de un hereje antiguo, pues “Arrio debió de componer la Thalia  muy poco después de su excomunión u expulsión de Alejandría, en tal caso los versos habrían circulado profusamente antes del 324, y resulta sorprendente que He Philarchos no muestre conocimiento de ellos y no haga uso de lo que al menos Atanasio consideraba como un testimonio irrefutable contra Arrio y su grupo” (67).

De hecho, nos dirá nuestro autor enseguida: “Tras su excomunión, Arrio, presionado por el grupo de Eusebio de Nicomeda, se comprometió a escribir un resumen de su herejía” (79).

En esa obra, la Thalia, se afirmaba sin lugar a dudas, aunque también se vislumbran las semillas del error. Veamos como lo resumen nuestro autor: “El Dios totalmente trascendente no es incapaz de derramar la gracia en virtud de la cual el Hijo y, gracias a él, otras criaturas también ‘contemplan’ al Padre invisible, reconociendo su total misterio y alteridad. Dicho énfasis sería entendible en una obra destinada a confirmar a los lucianistas acerca de la ortodoxia fundamental del autor, sin traicionar ningún principio o intuición básica” (81).

De hecho, nos recordará nuestro autor, siguiendo la carta abierta del emperador del año 333, dirigida a Arrio, sus secuaces y el entero pueblo de Dios, que la doctrina de Arrio era condenada como heterodoxa y contraria a la paz. En resumen, el dictamen del emperador después del concilio del 325 era que “el credo de Arrio es minuciosamente analizado y se considera incompatible con el concilio de Nicea. (…). Se afirma que los clérigos y laicos que quiebran la paz siguiendo a Arrio recibirán un castigo legal” (95). Y un poco más adelante, la carta del emperador ordenaba que “las obras de Arrio recibiesen el mismo tratamiento que las de Porfirio -debían ser quemadas-, así como que se ejecutase a quienes no entregara los ejemplares que poseyera” (96).

José Carlos Martín de la Hoz

Rowan Williams, Arrio. Bautismo, biblia, eucaristía y oración, ediciones Sígueme, Salamanca 2018, 126 pp.