Los Reyes tocan a Dios

¿Podemos tocar a Dios? No parece posible

para el ser humano en este mundo porque nuestro brazo no es tan largo. Sin

embargo la Navidad nos dice que es posible porque el Hijo de Dios salva la distancia

infinita respecto a los hombres para abrazarnos por Amor. Esto es lo que

celebramos adorando al Niño en el pesebre, primero los pastores y después los

Magos venidos de lejanas tierras.

 Todos ellos pueden tocar a Dios y

tiene razón el apóstol Juan cuando escribe años más tarde, sin salir de su

asombro: «Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos

visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han palpado nuestras manos

a propósito del Verbo de la vida -pues la vida se ha manifestado: nosotros la

hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba junto

al Padre y que se nos ha manifestado-, lo que hemos visto y oído, os lo

anunciamos para que también vosotros estéis en comunión con nosotros».

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bold'>Jesús de la fe es Jesús de la historia    


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Jesús de Nazaret se designa a sí mismo como el

Hijo del hombre, que alude directamente al Mesías vislumbrado por el profeta

Isaías. A la vez manifiesta clara conciencia de ser el Hijo de Dios, no un hijo

más: algo que va entrando poco a poco en la mente de los apóstoles, como

entraría en el Cenáculo la realidad, increíble hasta entonces, de su presencia

real en el Pan consagrado. Y fruto de esa labor paciente del galileo en los

discípulos se atreven a reconocerle  como Señor en la Pascua. Aunque no

olvidemos que Simón le había descubierto ya  como Señor en la primera

pesca milagrosa. Y antes se le había escapado aquello de «tú eres el Cristo, el

Hijo de Dios vivo». Jesucristo no desengañó a Simón pues le hizo roca sobre la

que edificaría su Iglesia, otorgando las llaves del Reino de los cielos, y

poder para atar o desatar las conciencias, nada menos.

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bold'>Historia real en los Evangelios

Que los Evangelios transmitan la fe de

la primera comunidad cristiana, verdaderamente comprometida, no quiere decir

que se alejen de la historia ni de los hechos reales obrados por el Salvador.

Nada encontramos en los Evangelios ni en las primeras comunidades para pensar

que hicieran una idealización de Jesús de Nazaret, fabulando sucesos, milagros

o mensajes. Al contrario, el método histórico, la arqueología y la tradición

eclesial apoyan la existencia de Jesucristo como Dios-con-nosotros; porque de

otra manera no se pueden explicar lo sucesos extraordinarios o milagros, la

elevación religiosa y moral del cristianismo, ni la existencia y expansión de

la Iglesia y de su mensaje inalterado desde entonces hasta hoy. Todo apunta a

que ese Jesús de Nazaret es más que el Mesías esperado y que, junto a su indudable

y excelsa humanidad, hay una dimensión sobrenatural que muestra a la Persona

divina que dice ser, el Hijo de Dios y Salvador del mundo.

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 Hablando en cristiano podemos

decir que la fe en Jesucristo se prueba mediante la fe en su Iglesia, con todas

las peripecias históricas y con todas las miserias de los hombres que la

integran en cada época. Solo quien supere el escándalo de "la Iglesia

pecadora" será verdadero discípulo del Galileo. Esta es la gran prueba

para el corazón de los hombres y la luz para iluminar el problema del mal en el

mundo. Entonces se pueden aplicar aquellas palabras de Juan: «Y el logos

se hizo carne y habitó entre nosotros», como le gusta decir a Benedicto XVI.

Esto es lo que celebramos en Navidad: al Dios invisible le podemos ver, oír y

tocar en Jesús de Nazaret.

 

Jesús Ortiz

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Doctor en

Derecho Canónico