Lutero y la Inquisición

 

Entre los estudios acerca de las relaciones entre el poder civil y el poder eclesiásticos en la obra de Martin Lutero (1483-1546) que había de gobernar la nueva Iglesia reformada, de su tiempo, hemos de referirnos a un largo sermón sobre los límites del poder secular (pp. 21-65), magníficamente editado por Joaquín Abellán, catedrático de la universidad complutense de Madrid.

Efectivamente, para Lutero el gobierno temporal y espiritual de la Iglesia sería por poco tiempo, puesto que, como es sabido, según sus cálculos, el fin del mundo era inminente y él había venido solo a desenmascarar al anticristo en la figura del papa y de la Iglesia de su tiempo, no a construir una nueva Iglesia (XXV).

En cualquier caso, en la segunda parte del sermón, se preguntará, fundamentalmente, por los límites de la autoridad secular (a la que habría dado todo el poder sobre los cuerpos y no sobre las almas) y sobre el modo de su ejecución (43). 

Respecto a la pureza de la fe, los procesos inquisitoriales que existían en el imperio y que Carlos V mantenía en tantos lugares del orbe para su defensa, Lutero dirá que sin la fe es imposible agradar a Dios, pero esa fe no la puede exigir la autoridad secular: “en los asuntos que afectan a la salvación de las almas, no debe enseñarse ni aceptarse nada que no sea palabra de Dios” (45).

En ese sentido, existe una cuestión de particular importancia que sería la persecución de la herejía. Como respuesta empezará haciendo una referencia a los pecados internos, “De internis neque ecclesia iudicat” y añadirá:” Si la Iglesia, con su gobierno espiritual, solo gobierna los asuntos manifiestos, ¿cómo se permite el insensato poder secular juzgar y regular una cosa secreta espiritual y oculta como es la fe? (…). El acto de fe es libre y nadie puede ser obligado a creer” (46).

Incluso un poco más adelante, hablando ya estrictamente de la herejía y del modo de combatirla afirmará que se trataría claramente de una misión de los obispos y no de los príncipes: “la herejía es un asunto espiritual, que no puede golpearse con el hierro ni quemarse con el fuego ni ahogarlo con el agua. Solo está la palabra de Dios que lo hará” (51).

Inmediatamente, añadirá que la conclusión es que la persecución de la herejía es completamente inútil, pues al perseguirla solo se logra fortalecerla (52), es decir que el hombre hereje se vuelva más pertinaz.

Así pues, la solución respecto a la herejía se podría resumir en evitar toda persecución, toda violencia, y aplicar la parábola de Jesús, de la cizaña y del trigo, es decir, esperar al final de los tiempos y que convivan la herejía y la verdad, pues para Lutero: “La palabra de Dios, en cambio, ilumina los corazones y con ella caen del corazón, por sí mismos, todas las herejías y todos los errores” (52).

José Carlos Martin de la Hoz

Martín Lutero, Escritos Políticos, edición y traducción de Joaquín Abellán, ediciones Tecnos, Madrid 2017, 173 pp.