Matilde de Magdeburgo

Matilde de Magdeburgo (1207-1294) recibió de Dios luces claras y sobre todo una llamada a su seguimiento a los doce años que le llevó a abandonar el castillo donde vivía en la Corte y marchar a la ciudad de Magdeburgo, como beguina, es decir, sin pertenecer a ninguna orden ni congregación, dedicada a los pobres y enfermos, lo que ahora recogiendo una tradición del siglo IV se llama vírgenes consagradas.

Lógicamente a esa tierna edad apenas conocía la maldad del mundo pero no "la falsedad de algunos de los religiosos me era también desconocida" (39), aunque si era consciente de "la impudicia, el orgullo y la vanidad con las que Matilde caracteriza la vida en el castillo" (45). Finalmente vencerá y seguirá su vocación aunque sea enfrentándose con la familia: "El amor me manda. Lo que él quiere tiene que ser, y me atrevo a todo aquello en lo que Dios pone su confianza" (III, 3).

Al llegar a la ciudad y comenzar a vivir preocupada de cuidar a los pobres y enfermos de la ciudad, desaparece "los pobres son casi invisibles en la historiografía" (61), pero escribe páginas bellísimas: " En la indigencia se hace uso correcto de todas las cosas; los bienes de los pobres son siempre necesarios, por eso son santos, y ahí el exceso no puede llevar la oscuridad al alma" (VI, 4).

Además, Dios le dio la luz, a los 43 años, de que escribiera lo que él le decía: "Entonces yo, miserable, fui temblando y con humilde vergüenza  a mi confesor y le conté esta conversación, deseando orientación. Él dijo que debería llevar a cabo con gozo. Dios que había sido mi educador, me protegería" (IV, 2).

 Esos escritos recogidos con el título de "la luz que fluye de mi divinidad en todos los corazones que viven sin falsedad". Este es el origen de siete libros que constituyen una de las joyas más preciadas de la literatura mística medieval y de la más alta poesía expresada en  alemán: "Tengo que hablar, para gloria de Dios y también para enseñanza del libro. Yo indigna pecadora, fui saludada a los doce años, cuando estaba sola, por el Espíritu Santo, que se derramó con tanta fuerza que nunca más me sentí capaz de cometer un pecado venial grave. El amadísimo saludo ocurría todos los días, y con su amor me hacía desagradable toda la dulzura del mundo, y seguía creciendo de día en día. Esto sucedió durante más de treinta y un años" (IV, 2).

A los 63 años ingresa en el monasterio de Helfta donde se convierte en maestra de novicias y de mística de las demás religiosas y donde, a pesar de su ceguera, consigue terminar de redactar la obra de su vida: la luz que fluye de la divinidad.

Como dice Hildegund Keul, la autora de esta maravillosa introducción a la vida y obra de Matilde: " En la Edad Media no se escriben libros a la ligera. Quien escribe ha de tener una razón sólida para hacerlo. En aquel entonces solo unas pocas personas pueden escribir" (92). Es una gran noticia este rescate de tan magna figura que arrase a Herder a editar  en castellano su obra.

 

José Carlos Martín de la Hoz

Hildegund Keul, Matilde de Magdeburgo. Poeta, beguina y mística, ed. Herder, Barcelona 2016, 170 pp.