Hay miedo en el ambiente. Unos de los problemas más habituales que se plantean entre muchas personas es que ahora “todo se sabe”. Y eso atemoriza. Si no se supiesen las cosas… bueno, tampoco es para tanto. Pero ahora se entera todo el mundo de las facetas más íntimas de la vida. Vaya lío. No hay escapatoria.

Stephan Zweig, ha escrito sobre todas las debilidades y sobre todas las virtudes de los hombres y de las mujeres. Entre tantas biografías y tantas novelas hay una que se titula “Miedo”. Así, simplemente. Novela corta que nos muestra la situación de una mujer en una familia acomodada de la Viena de antes de la Primera Guerra, que de pronto se le ocurre un capricho -algo que le rescate de su vida anodina- al encontrarse con un hombre joven que la sonríe. De ser una esposa normalita y madre poco ocupada de sus hijos, que tienen niñera, pasa a ser una mujer adúltera.

Pero pronto se da cuenta del gran riesgo de que su marido, importante abogado de Viena, se entere de lo que está pasando. Hay datos que le hacen temer. Todo el relato se desarrolla en esas circunstancias de duda, de ser consciente de que se ha metido en un lío, de pánico ante las consecuencias que la llevan en algún momento a tomar decisiones terribles. Pero todo lo que lleva consigo -que Zwieg describe de maravilla- es miedo a que todo se sepa, nunca arrepentimiento.

Quizá podamos detectar este planteamiento en nuestro mundo occidental, donde hay tantos medios que hacen peligrar la intimidad de las personas y, sobre todo, tantos periodistas dispuestos a sacar réditos de noticias escandalosas, o a provocar ellos mismos el escándalo, a veces incluso con denuncias falsas o muy poco fundadas. En ese ambiente de riesgo constante puede haber miedo paranoico y actitudes exasperantes y, al mismo tiempo, una falta total de arrepentimiento.

Es sin duda la carencia más llamativa de sentido cristiano, donde se denota esa pérdida de vida recta, cercana al trato con Dios. Se pierde la sensibilidad religiosa que impregnaba bastantes ámbitos de la vida en España durante décadas. El siguiente paso es perder la fe y luego, fácilmente se pasa al ataque, porque el que fue religioso no admite a los que lo siguen siendo, por lo que hay de comparaciones.

Da pena ver a tantas personas que no tienen conciencia de sus malas acciones, que han perdido las más mínimas normas de conducta moral, que viven en un plan bastante egoísta. Y quizá unas de las pruebas más patentes es el miedo a ser descubiertas. La ausencia de arrepentimiento, la ausencia de penitencia es uno de los aspectos más perniciosos que observamos en una sociedad vacía, sin fundamentos, pendientes solo de las urnas y de los periodistas.

En la novela de Zweig, autor que lee en los pensamientos de las personas con las que se cruza, hay una invitación al perdón. A aquella mujer se le ofrece una opción de cambio, pero ella solo sabe de posturas, y la posibilidad de perdón por parte de las personas cercanas, que ella acepta, no le lleva a buscar el perdón de Dios, que es el primero que se ofrece siempre. Como hoy ocurre con tantas personas descubiertas en su mal, pero sin ningún afán de enfrentarse con lo definitivo, que es su destino eterno.

Ángel Cabrero Ugarte

Stephan Zweig, Miedo, Acantilado 2018