Mística y acción

 

Presentamos una joya de la literatura espiritual editada por Herder hace unos años y que es preciso volver a resaltar. Se trata de la vida y la obra de san Ignacio de Loyola redactada por el historiador y jesuita Stefan Kiechle.

Efectivamente, la reciente publicación de obras en torno al siglo XVI con motivo de las celebraciones del V Centenario del Descubrimiento y Evangelización de América y otros eventos de ese mismo nivel, han proporcionado a nuestro autor material nuevo y sobre todo contextos inéditos para entender mejor la vida y la obra del fundador de la Compañía de Jesús y de quienes le acompañaban desde el principio y pusieron su confianza en su gobierno e impulso.

La línea de fuerza de esta biografía y del estudio de las obras que nos dejó legadas para las generaciones venideras se puede sustanciar en unas palaras que se repiten reiteradamente a lo largo de este apasionante trabajo: “ad maiorem Dei gloriam”. En definitiva, toda la vida de Ignacio de Loyola se resumiría sin duda en hacer la voluntad de Dios o vivir “en su compañía” (58).

El estilo de gobierno y de formación de San Ignacio de Loyola será sin duda el de la “experiencia de vida”, por eso el libro de los ejercicios espirituales de san Ignacio no es un tratado teórico sino un libro para entregar al predicador o conductor de los ejercicios y que partiendo de la experiencia de la vida con Dios vaya marcando el examen y los actos de adoración y los deseos de cambio de vida.

Es interesante este trabajo donde se aprenden facetas interesantísimas que en otros autores pasan desapercibidas como por ejemplo los ejercicios de un mes entero que hacen los jesuitas antes de adquirir los votos solemnes y luego otra vez más en la vida a modo de reseteo. También están los habituales ejercicios de 6 u 8 días anuales que sirven para reorientar la vida espiritual y ahondar en cuestiones clave. Finalmente, están los ejercicios para hacer a lo largo de un día durante el tiempo que estime oportuno el director espiritual correspondiente y se llaman “Ejercicios en la vida cotidiana” (104) y están siendo retomados en algunos lugares.

Stefan Kiechle al describir con profundidad la vida de san Ignacio va describiendo cómo nació y cómo se vive el don de discernimiento de espíritus, es decir una historia de cómo será el aprendizaje en la vida del fundador y cómo lo trasmitirá a los demás miembros de la Compañía (30, 33, 35, 36, 39, 49, 52, 55).

Finalmente, no podemos dejar de recordar la visión de “La Storta” en 1537 cuando en la capilla de ese lugar cercano a Roma: “Ignacio vio a Cristo con la Cruz al hombro y, junto a él, a Dios Padre. El Padre dijo al Hijo: ‘Quiero que recibas a éste, como servidor mío’. Jesús le recibió y dijo: ‘Quiero que tú nos sirvas’” (59). Evidentemente esta visión solo vislumbrada por san Ignacio, fue trasmitida enseguida a los que le acompañaban y vieron en ella una confirmación divina del camino que habían comenzado.

José Carlos Martín de la Hoz

Stefan Kiechle, Ignacio de Loyola. Mística y acción, Herder, Barcelona 2006, 198 pp.