Simon Critchley (Hertordshire, 1960) ha tenido el atrevimiento de abordar el fenómeno del misticismo, “la experiencia del éxtasis” lo denomina, desde el ángulo de la filosofía lo cual implica meterse en un tema complejo de modo todavía más inquietante y muy considerable.
Indudablemente, hacerlo en España donde existe la mayor proporción de literatura y de vida mística en el siglo de Oro es un verdadero atrevimiento, pues esos autores escribieron mucho y bien sobre esos dones de Dios que reciben de dios cuando y cómo le parecen a Él oportuno.
Asimismo, ha tenido el exceso de atrevimiento para mostrarse partidario de los hechos sobrenaturales y, además, publicarlos en una sociedad que, en su gran mayoría, no cree ni “en la luz eléctrica”, lo cual indica mucho convencimiento de que el libro iba a funcionar, es decir, a ser leído por un público increyente y secularizado y también por un público católico y culto.
Efectivamente, comenzará por presentar una breve síntesis de la vida y obra de una extensa colección de autores, muchos de ellos bien conocidos por su espiritualidad, “mis místicos” los denomina, para poder explicar la entidad de la documentación consultada.
Lógicamente, los expertos en teología espiritual y los católicos con buena formación deberán abstenerse de leer el libro si no desean quedar profundamente defraudados por los objetivos y metodología empleados, pues efectivamente el libro está escrito por una persona “aparentemente crédula” y dirigida a ignorantes del cristianismo y, en general del fenómeno religioso y espiritual para explicarles que existe la vida mística desde siempre y, por supuesto, también en la actualidad donde hay de todo lo bueno y lo malo.
Lo más difícil, como se imagina ya el lector, ha sido precisar de modo claro y sin muchos tecnicismos lo que es la vida mística y qué consisten los fenómenos místicos, en la historia y en nuestro tiempo.
Claramente, para un experto en teología mística el libro en su comienzo parece un despropósito, pues va a aportar fenómenos verdaderos con otros que, según el magisterio de la Iglesia, no lo son.
Santa Teresa de Jesús decía a sus hijas que, si la veían arrobada y en pleno éxtasis, levitando un palmo del suelo, lo que debían hacer era tirarle del hábito, pues si descendía es que aquello era un “don de Dios”, era de verdad de Dios y si continuaba impertérrita es que era del demonio o una alucinación. Pues también junto a la locura existen acciones del demonio. Todo ello debe ser discernido con fe y sentido común.
José Carlos Martín de la Hoz
Simon Critchley, Misticismo. La experiencia del éxtasis, ediciones ensayosextopiso, Madrid 2025, 315 pp.