A mediados del siglo XIX, los Obispos ingleses habían desaconsejado a los católicos frecuentar las universidades de inspiración anglicana o protestante. Decidieron entonces potenciar la Universidad Católica de Dublín, que hasta ese momento utilizaban exclusivamente los clérigos. Para dirigirla pensaron en John Henry Newman, sacerdote, gran intelectual y antiguo tutor en Oxford recientemente convertido al catolicismo.
Newman aceptó el encargo y pronunció varias conferencias en Dublin para explicar su idea sobre una Universidad. Una de esas conferencias lleva por título Los deberes de la Iglesia hacia el saber, en ella Newman plantea la importancia del estudio de la literatura en la institución universitaria. Esta idea chocaba con la opinión de los obispos irlandeses que conocían la escasa inspiración católica de gran parte de su literatura contemporánea. Esta y otras cuestiones hicieron imposible la colaboración de Newman, que optó por renunciar a su cargo y volver a Inglaterra.
En su conferencia sobre Los deberes de la Iglesia hacia el saber, Newman defiende la inclusión de la literatura en el plan de estudios de la Universidad: "Lo mejor para la Iglesia -escribe-, lejos de excluir la literatura de la Universidad es admitirla" (pág.122). Explica la utilidad de enseñar a los estudiantes a "distinguir lo precioso de lo vil, la belleza del pecado, la verdad de los sofismas, lo inocente de lo venenoso" (pág.121). "La Iglesia -concluye- argumenta y opone la razón a la razón" (pág.122). No era el momento para aceptar ese punto de vista, aunque la Iglesia siempre había contado con pensadores e intelectuales que no temían confrontarse con la cultura de su tiempo.
Leer las palabras del que luego sería cardenal Newman, santo y doctor de la Iglesia, nos recuerda una carta del papa Francisco publicada en el último año de su pontificado bajo el título de "Sobre el papel de la literatura en la formación". En ella, el papa define la literatura como "un acceso privilegiado al corazón de la cultura humana", y considera que privar de ella a los futuros sacerdotes en los seminarios y casas de formación supone "una forma grave de empobrecimiento intelectual y espiritual" (núm.4).
Los últimos papas han sido unánimes en pedir a las universidades católicas que constituyan focos de cultura católica. No parece fácil incluir cuestiones de tipo literario cuando existen planes de estudio consolidados y exigentes; por lo tanto ¿cómo abordarlo? Lo primero sería pedir que sean los propios profesores los que lean y sean capaces de relacionar los textos de su asignatura con algunas citas literarias. Muchas veces el alumno olvidará la explicación científica, pero recordará la anécdota. El segundo medio puede consistir en actividades voluntarias para los alumnos, tales como clubs de lectura, cursillos breves temáticos o Institutos especializados y paralelos a la enseñanza reglada. Siempre hay estudiantes que buscan más allá de lo que encuentran en los manuales, espíritus inquietos movidos por la curiosidad.
Volviendo a Newman, éste concebía la Universidad como un lugar para aprender a pensar: "Impartir cultura intelectual (...), educar el intelecto para razonar bien, dirigirse a la Verdad íntegra y hacerse con ella" (pág.112). El Rector de la Universidad de Dublín consideraba que este tipo de instrucción "constituye la más alta capacitación del intelecto para la vida social y política" (pág.113). Por nuestra parte, pensamos que gran parte de la enseñanza reglada se pierde más bien antes que después, en tanto que un principio ético profundamente asimilado puede ser útil para toda la vida.
Juan Ignacio Encabo Balbín
John Henry Newman, Esperando a Cristo: Los deberes de la Iglesia hacia el saber, Rialp, 1997
Santo Padre Francisco, Papel de la literatura en la formación, Roma, 2024