Novela histórica

 

Desde hace bastante tiempo, la llamada novela histórica está en auge, aunque no se trata de un género nuevo. Hay de todo en cuanto a la calidad, como en botica, y tiene sus riesgos, porque puede animar al lector a leer libros de historia sobre el tema tratado o a alejarlo de esta disciplina tan necesaria. En cualquier caso, el hecho de facilitar el acercamiento al pasado ya me parece positivo.

Otro peligro es el de la tergiversación, la manipulación de la historia, con la que se da a los lectores gato por liebre. Me sucedió con una novela sobre un gran poeta español, al toparme con una relación amorosa totalmente inventada por el autor. Esto es manipular la historia y no me parece honesto. Es lo que ocurre también en la famosa película Amadeus, sobre Mozart y Salieri, inspirada en una obra teatral de Pushkin.

Quizá se pueda establecer una distinción entre novela histórica e historia novelada. En la novela histórica, el autor trata de escribir con precisión sobre un acontecimiento del pasado, se ha documentado e intenta ser objetivo, aunque ofrezca su punto de vista. Es lógico que, en la trama, junto a personajes históricos, haya otros inventados, pues se trata de literatura, no de un trabajo científico. Pienso que un ejemplo de novela histórica es Guerra y paz.

En la historia novelada, en cambio, tiene más peso la ficción y al autor se le permite más libertad para inventar y menos sometimiento al rigor histórico. Es importante el marco, la ambientación, acordes con la época y el lugar de los hechos narrados, la caracterización de los personajes... Un ejemplo de historia novelada sería, me parece, la magnífica novela de Dickens, Historia de dos ciudades, sobre la Revolución francesa.

Nita Azpiazu de Balda nos ofrece un buen ejemplo de novela histórica en Palabras de piedra (Ciudadela, 2022), sobre la primera expedición inglesa al Nuevo Mundo. Un dramático relato bien escrito y bien ambientado sobre unos hechos, llenos de incógnitas, acerca de los cuales se ha documentado bien y, además, tiene la honradez de señalar qué personajes son históricos y cuáles no.

Luis Ramoneda