Os estaban esperando

 

El 26 de diciembre de 1946 cinco mujeres del Opus Dei tomaban el avión en Barajas en dirección a Roma. Era la primera expansión de las mujeres de la Obra fuera de España y, desde Roma, vivirían cerca de san Josemaría la definitiva expansión del trabajo de las mujeres de la Obra en los cinco continentes.

Efectivamente, unos meses atrás san Josemaría había establecido su domicilio en la ciudad eterna y allí permanecería muchos años, hasta su fallecimiento, casi treinta años después, con la alegría de ver el trabajo del Opus Dei extendido por el mundo entero entre personas de todas las razas, culturas, clase y condición. Quizás lo primero que llama la atención es la difusión universal del mensaje en tan poco tiempo y cómo prendió en personas de todas las clases. Evidentemente, la respuesta hay que buscarla en la fidelidad del Fundador y de quienes le siguieron al carisma de Dios.

Es gracioso porque cuando estaban en el avión las dos mayores del grupo Encarnación Ortega y Dora Calvo se entretuvieron en una animada conversación y, de repente, Dora le espetó a Encarnita: “y si al aterrizar en Roma no está el Padre en el aeropuerto, no tenemos dinero ni una dirección clara donde acudir”. Encarnita se le quedó mirando y le contestó: “tenemos la palabra del Padre. Dijo que estaría a esperarnos y estará”.

Efectivamente cuando atravesaron el control de aduanas y llegaron a la puerta de salida san Josemaría y el Beato Álvaro les esperaban con dos taxis: en ese momento y sin ponerse de acuerdo todas se montaron en el taxi con san Josemaría y las maletas fueron al de Don Álvaro que aplaudía la fidelidad de las recién llegadas al Fundador.

En los siguientes años aquellas primeras vieron cómo iban saliendo mujeres a los cuatro puntos cardinales con la bendición de san Josemaría, una imagen de la Obra y un poco de dinero para llegar al lugar del mundo donde les esperaba el Vicario regional de ese país que había llegado antes y junto al trabajo habitual de los comienzos y el desbroce del camino había conseguido ya un primer domicilio para que las recién llegadas pudieran comenzar sus actividades apostólicas.

Es un milagro que en muy pocos años la universalidad de la Obra fuera un hecho: tanto los hombres como las mujeres de la Obra hablaban ya todas las lenguas, había empezado a trabajar con personas de todas las razas y culturales e iban naciendo las tareas apostólicas en servicio de personas de toda clase y condición. Años después los sucesores de san Josemaría han podido viajar por el mundo entero y descubrir la unidad en el espíritu de Opus Dei  y con el Fundador: una unidad inquebrantable.

Muchas veces se ha repetido la anécdota de la beata Guadalupe, cuando poco después  de aterrizar de madrugada en el aeropuerto de México (19.III.1950), en las siguientes semanas, se produjo una primera explosión de labor apostólica, de trabajo intenso de instalación de la casa y de tantos frutos que cuando tuvo un rato escribió una larga carta a san Josemaría, llena de noticias. Casualmente encontró un piloto que llevó la carta en mano a Roma y la entregó al Fundador. San Josemaría conmovido por los dones de Dios, contestó con un telegrama que decía: “Os estaban esperando”. Hoy como ayer el mundo necesita de Dios: lo está esperando.

José Carlos Martín de la Hoz