Personajes secundarios

 

            En todo relato en sentido amplio (literatura, cine…), suele haber uno o varios protagonistas y unos personajes secundarios, que suelen dar consistencia y equilibrio a la trama. Probablemente todo lector recuerda a muchos de esos personajes e incluso ocurre a menudo que a uno le gustaría saber más sobre algunos. Esto ocurre también cuando se trata de hechos históricos. Hay autores que tiene especial habilidad para plasmar personajes secundarios con acierto, Dickens es uno de ellos, pero podríamos citar a muchos otros.

            En la vida, cada uno es necesariamente protagonista de la suya y, si uno mira atrás y repasa un poco su biografía, desde la infancia hasta el momento presente, seguro que irá recordando a un gran número de mujeres y de hombres que han influido en su vida difíciles de olvidar, además de padres, hermanos, amigos íntimos y otras personas especialmente cercanas.

            Maestras o maestros, profesores, vecinos, el tendero con el que hemos mantenido tantas conversaciones informales mientras realizamos una compra, el mecánico que nos ha sacado de tantos apuros, aquel médico de familia paciente y sabio, el funcionario eficaz que nos ha resuelto más de un problema, el librero o la librera que nos han recomendado libros inolvidables, aquel sacerdote santo que nos ha guiado para ayudarnos a hacer el bien… La lista probablemente será interminable.

            En los relatos, también suele haber a menudo personajes secundarios malos y es probable que, a lo largo de la vida, nos hayamos topado con más de uno, pero me atrevo a asegurar que, en la mayoría de los casos, serán muchos menos que los que nos han hecho algún bien y que incluso es probable –salvo excepciones muy flagrantes­– que nos hayamos olvidado de ellos.

            Consuela pensar, además, que también uno habrá sido en ocasiones –quizá sin ser muy consciente–, un buen personaje secundario en la existencia de otras personas con las que ha convivido. Luis Ramoneda