¿Promover la muerte digna con medios menos dignos? (Carlos Centeno)



Basándome en lo que se ha
difundido en los medios de comunicación sobre la situación
clínica de la paciente de Granada con miodistrofia
en la que se plantea retirar el respirador, me parece que existen, al menos,
dos problemas éticos diversos que deben considerarse por separado.



De un lado se discute si es ético o no mantener un tratamiento de
soporte vital contra la voluntad expresada por una paciente capaz. Esta persona
padece una enfermedad, miodistrofia, que en su fase
final conduce, por agotamiento de los músculos respiratorios, a
complicaciones últimas en forma de neumonías o insuficiencia
respiratoria.


La respiración asistida por un aparato respirador puede prolongar la
vida supliendo la falta de musculatura apropiada y evitando esas complicaciones
hasta que se presenten otras (cardiológicas,
deglutorias, infecciones, por ejemplo). La respiración asistida se
considera un medio extraordinario y para aplicarlo como tal deben considerarse
la proporcionalidad de la medida y la voluntad del paciente. Si no hay
expectativa de recuperación -que parece no haberla- y, sobre todo, si el
paciente lo rechazara, no debería iniciarse. En caso de haberse iniciado
ese soporte vital, la voluntad previa y/o actual de no ser mantenido por un
medio extraordinario debe ser respetada. En caso de ser necesario suspender el
procedimiento, como en el caso de que no se hubiese iniciado, deberán
tomarse todas las medidas para aliviar el sufrimiento de la dificultad respiratoria
extrema (sensación de ahogo) incluida la sedación paliativa si es
necesaria.


No es éste un caso de eutanasia (acción u omisión
encaminada a terminar con la vida de alguien que sufre). Se trata más
bien de un caso de desproporción o intensidad desmedida del soporte
vital en una enfermedad para la que no tenemos curación. Los
profesionales deben saber aceptar la existencia de procesos incurables y usar
los remedios de ayuda disponibles, respetando las decisiones del paciente y con
una medida ponderada a la situación. No es un caso de eutanasia: la
paciente se hubiera muerto por su proceso y la medicina entiende que lo que
corresponde en estos casos en cuidar hasta el final sin prolongar artificialmente
la vida que se acaba.



Esta es una situación
clínica nada infrecuente en nuestro medio.Los
profesionales no suelen utilizar medios como la respiración asistida en
la fase terminal de las miodistrofias
o la ELA. La
decisión ética de no escalar en intensidad un tratamiento en
estos casos se toma a través de un proceso que incluye escuchar y
dialogar con el paciente y su familia y también dentro del propio equipo
que atiende al paciente.



De otro lado no se discute, y debería discutirse, si es ético
aprovechar la situación de sufrimiento de un paciente concreto para
hacer campaña de la propia ideología favorable a la eutanasia.



Habitualmente algunos partidarios de la eutanasia explotan propagandísticamente
el sufrimiento de pacientes concretos en situación extrema, aprovechan
la debilidad de esos enfermos tan vulnerables para sus propios intereses. Se
acercan al paciente, terminal o no, y con la
colaboración de medios que comparten sus ideas, le ofrecen, en su
situación, un protagonismo y un estrellato al que es difícil no
sucumbir.



Al tiempo, intoxican la información y presentan como eutanasia lo que no
es eutanasia; presentan como conflictivamente ético lo que es
considerado buena práctica; y, en el colmo del provecho, inventan una
discusión religiosa porque, de paso, sirve también al
interés secundario de atacar una fe porque no es la suya y porque quien
confía en Dios malamente servirá a su causa.



Es así: detectan un caso apropiado, se acercan, lo tergiversan y sacan
provecho. No prestan en cambio su voz y sus medios a tantos otros pacientes
terminales que podrían tener, con mejores cuidados paliativos, un final
más adecuado, una muerte más digna.



Parece que no les interesa el sufrimiento ajeno, sino sólo la
promoción de sus propias ideas. Piden una muerte digna mediante una
acción bastante indigna.



Carlos Centeno


(Publicado en Diario
Médico, 6 de marzo de 2007)




Para leer más:



Juan Pablo II, La eutanasia,
Palabra


http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=2835


Luis de Moya, Sobre la marcha, Edibesa 1996


http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=1842


David Rodríguez-Arias, Una
muerte razonable. Testamento vital y eutanasia, Desclée
de Brouwer, 152


http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3538


José Miguel Serrano, Eutanasia
y vida dependiente, Eiunsa 2004


http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=1570